Francisco Cáceres Barrios
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El que no haya aprobado el Congreso de la República el Presupuesto para el año 2018 me hizo recordar que no hace mucho tiempo, cuando en un grupo de amigos comentamos que a nuestro juicio había sido inapropiada la decisión del actual ministro de Finanzas Julio Héctor Estrada de haber dado marcha atrás a su decisión de renunciar al cargo, como que a corto plazo se producirían otros eventos que perjudicarían aún más su hoja de vida, la que aunque corta, tiene mucha importancia para el mejor porvenir de cualquier joven profesional. Ahora es cuando más destacan los errores del Ministro al no tomar en cuenta que los rubros de seguridad y justicia merecían prioridad en el gasto público, sin embargo, puso énfasis en aquellas partidas que significaban en demasía gastos de funcionamiento o pago de favores todavía pendientes de la última campaña electoral.
Siempre he dicho que la clara señal del desastre que ha significado para el país el gobierno de Jimmy Morales no es algo nuevo, sino se vislumbró desde que armó su Gabinete, en donde nunca encontramos a personas destacadas por su capacidad, idoneidad y experiencia y, lo peor de todo, es que el panorama sigue sin tener visos de componerse, aún más cuando el ministro Estrada lo primero que ha hecho es tomar acciones precipitadas sin ponerse a analizar la serie de prioridades que debe tener en cuenta. Su trabajo debiera empezar por revisar la ejecución presupuestaria del año 2017, con el fin de encontrar el por qué no se cumplieron las expectativas, planes o proyectos, para luego definir qué hacer con ese mismo monto en el año 2018. “Elemental mi querido Watson”, diría aquel personaje detectivesco.
Sin mencionar los ineludibles gastos e inversiones en los campos de Salud, Educación, Seguridad, Justicia, como la ineludible deuda pública, el actual gobierno debiera realizar sin pérdida de tiempo una revisión general a la cada vez más grande, entrampada y muchas veces criticada burocracia estatal. Está más que demostrado que el actual Presupuesto sigue cargado de plazas totalmente innecesarias por el inveterado amiguismo y compadrazgo o la venta de las mismas, lo que está comprobado en el Organismo Legislativo para empezar pero, ¿qué decir del abusivo pago de bonificaciones, sobresueldos, regalos, gastos de representación, viáticos y tantas cosas más como si fuéramos una potencia económica mundial? Dicho en otras palabras, si los actuales funcionarios no dan la talla para ejecutar el gasto público debieran sustituirse. Lo importante no es el monto del presupuesto anual sino en los fines que se persiguen, caso contrario nadie nos salvará de la ruina por la que ya han encaminado al país.