Dra. Ana Cristina Morales Modenesi

El miedo a la contaminación puede llegar a constituir una enfermedad crónica, ya que las personas que tienen desconfianza a los gérmenes y en el caso particular de la narración que les doy a conocer, miedo al sida. Piensan que nada de lo que hagan es suficiente para evitar el contagio. Se encuentra relacionado con el trastorno obsesivo compulsivo. Este trastorno afecta la vida familiar, laboral y social de la persona. Porque se sienten impelidos a seguir ciertos rituales como el lavado de manos, evitar cercanía con algunas personas, así como tocar objetos, entre algunos más.
Es una manera de mostrar aprensión o actitud hipocondríaca hacia determinada enfermedad. De manera curiosa se describe que las personas que tienen mayor riesgo de contraer enfermedades infecciosas, son las menos preocupadas por su contagio. Para la comprensión de este tipo de enfermedad construyo un relato conformado de manera multifragmentaria por otros más, que tienen como común denominador el temor a contraer de manera específica, el sida.
Todo comenzó una noche, después de haber rendido el último examen del semestre, con una sensación de alivio y placer entremezcladas, en la que junto a otros compañeros de estudios nos fuimos de farra. Tomamos unas cuantas cervezas, nada para embriagarse y llegaron a acompañarnos pródigas mujeres. Nos sentimos tentados a actuar como novios y tal vez, más que eso. Todos terminamos abrazándolas y besándolas, enfrente de la barra del pequeño y humilde bar.
Un bar muy cercano a mi casa de estudios, la mujer a mi lado era dulce, cordial y muy bonita. Pero comenzamos a abrazarnos y luego a besarnos, cuando esto último ocurrió, siento mi lengua tocando la suya y percibo a través de la misma, surcos y protrusiones que nunca antes había sentido en otra boca. Y es entonces, cuando una sensación de miedo y repugnancia se volcó hacia mí. Miraba el desconcierto de la antes muy bien vista como bella y deseada dama y al mismo tiempo, la alegría y jolgorio de los demás, para quienes mi persona y malestar pasaron desapercibidos. No pude participar más, me alejé con premura y desesperación, buscando un lugar apartado, sintiendo que podría morir, mi angustia oprimía mi pecho y no me permitía respirar.
Entré al único baño, que expedía olor a inmundicia y terminé vomitando en la taza del inodoro, sentía la boca engrandecida y contaminada. Tomé del jabón líquido que había para el lavado de manos y comencé a limpiarme la boca, a hacer pucheros con agua jabonosa de sabor perfumado y amargo. Todo fue en vano, cada vez que deseaba limpiarme los microbios, sentía que era inútil. Pensaba en que a través de ese efímero y raro contacto de lenguas me había contagiado, haber contraído sida y también que podría llegar a morir.
A la gente le puede parecer y también, llegar a creer, que me encuentro loco, por tener este miedo, del cual dicen, es un miedo irracional. Ya que los varios análisis de sangre realizados, siempre salen negativos. He consultado ya con varios médicos y ellos me tratan de desmentir mi pensar. Pero por más obviamente que me expresen que no estoy enfermo y no hay posibilidad de que me haya podido contagiar por un simple beso; y que hay lenguas de lenguas, por lo que eso no significaba que ella estuviera enferma. Mi pensamiento no cambia, se hace más tenaz y mis temores se ahondan.
Es frecuente que muchas personas convivan con este desorden y que no se quejen, ni busquen ayuda por temor a los prejuicios sociales ante esta enfermedad. Y de manera cruel, viven con el mismo sin saber que pueden ser ayudados por la psiquiatría para que sus síntomas no lleguen a ejercer el control de sus vidas. Y con ello recuperarse a sí mismos, a sus vínculos personales, a su vida productiva, y objetivar un escenario de vida distinto.

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