Estuardo Gamalero
Hace más de 150 años Abraham Lincoln hizo las siguientes reflexiones: 1. No llegarás a la prosperidad menospreciando la economía; 2. No puedes fortalecer al débil, debilitando al fuerte; 3. No puedes ayudar al obrero degradando al que le paga su salario; 4. No promuevas la hermandad de los hombres incitando al odio de clases; 5. No puedes ayudar al pobre destruyendo al rico; 6. No puedes establecer una seguridad bien fundada con dinero prestado; 7. No puedes dar al hombre valor y carácter quitándole su iniciativa y su independencia; 8. No puedes ayudar permanentemente a los hombres haciéndoles lo que ellos pueden y deben hacer por sí mismos.
Es más fácil responsabilizar a alguien de un problema, que reconocer la culpa de uno mismo. Es más fácil criticar que hacer. Es más fácil exigir que proponer y resolver. Siempre será más fácil pedir y gastar, que trabajar y ahorrar.
Al paso de los años, me he dado cuenta que la peor de las actitudes para superar un problema es la soberbia cargada de orgullo, pues muchas veces se confunde la venganza con la justicia y se terminan sacrificando los principios por los intereses del fanatismo. Personas que creen que las oportunidades para salir adelante son derechos de una élite y no garantías inalienables del ser humano sin importar su condición. Gente saturada de resentimiento que insiste en decir que los empresarios son los culpables de todos los males del país, sin reconocer que son buena fuente de trabajo, inversiones y pago de impuestos que sostienen al mismo Estado.
Reflexionando sobre la lucha ideológica de la izquierda vs la derecha a lo largo de los años, y si bien las etapas del pleito tienen sus características y dolores propios que las explican, es indispensable un acto de humildad en ambos extremos, si lo que buscamos es solucionar el conflicto, pues de lo contrario, hay una condena escrita en piedra que supera “la firma de la paz” y le hace mucho daño al país.
De la misma forma que hay politiqueros y hombres de negocios turbios que utilizan al Estado para volverse ricos, también hay comanches y terroristas que utilizan “la riqueza de los ricos” como pretexto para lucrar con “la pobreza de los pobres”. Si queremos salir adelante, no podemos continuar tolerando ambos extremos y tampoco funcionarios de Estado que despilfarran el dinero del pueblo, mientras en el otro lado de la moneda están los buenos guatemaltecos que como víctimas, sufren asaltos en los buses, asesinatos del crimen organizado, despilfarro de los impuestos que se pagan, falta de medicinas en los hospitales, extorsiones, cacerías políticas, invasiones de sus propiedades y falta de empleo.
¿Acaso no es absurdo creer que se puede reescribir la historia y alterar la naturaleza de las cosas? Por ejemplo, ¿cómo cambiar que Cristóbal Colón haya llenado sus Carabelas de prisioneros y criminales y que los Españoles nos hayan conquistado?, ¿cómo cambiar la colonización anglosajona y el exterminio de los Indios en Norte América?, ¿cómo cambiar la Inquisición de la Iglesia Católica?, ¿cómo cambiar los abusos de algunos militares en el conflicto armado? y ¿cómo retroceder la historia y modificar los actos de terrorismo de la insurgencia?
Lo que tenemos a nuestro alcance se llama presente y una manera de corregirlo es rompiendo las ataduras con la historia que no podemos modificar. El futuro es el legado que dejaremos a nuestros hijos y difícilmente será positivo si insistimos en clonar los odios del pasado y confundir la justicia con la venganza. Los guatemaltecos de bien, debemos poner en segundo plano las diferencias ideológicas que tenemos con el vecino y más bien, debemos tender acuerdos en todo aquello que anhelamos en común: libertad, seguridad, oportunidades de trabajo e intolerancia a la corrupción.
Es difícil comparar los momentos críticos de la historia chapina, pero, al platicar con personas de la izquierda y la derecha que han tenido roles protagónicos en la vida nacional, podemos concluir que los niveles actuales de corrupción, pobreza, lavado de dinero, crimen organizado, desenfrenos políticos, pérdida de la institucionalidad y el gasto público irresponsable, están en niveles alarmantes.
¿Están ustedes dispuestos a luchar por la Guatemala que describe el Himno Nacional?