Alfredo Saavedra
Desde Canadá.- La humanidad parece destinada para las guerras porque la historia –aunque enfatiza los logros conseguidos que han hecho avanzar a la civilización– demuestra que desde los inicios del mundo el hombre ha estado en constante belicismo y las guerras entre nación y nación y dentro las naciones mismas, ha sido un denominador común que ha rebasado los períodos de paz que más efímeros que duraderos han prevalecido a lo largo de los siglos.
El itinerario de las guerras no tiene principio ni fin, pues aunque la historia oficial provee datos de los conflictos bélicos más sobresalientes, no se tienen datos de fenómenos similares de tiempos remotos no registrados en los anales del mundo. Se sabe de la Guerra del Peloponeso, entre Grecia y Esparta, las Guerras Púnicas, entre Roma y Cartago, con duración de 118 años; las Guerras Médicas, entre griegos y persas; la Guerra de los Cien Años, entre Inglaterra y Francia y otras más a través del tiempo.
La teología relata guerras en las que intervino el Dios de los Judíos, en credo predominante en la civilización de Occidente y en las que se da detalle de acuerdo con la Biblia. Este Dios, tomó partido a favor del bando de su preferencia y castigó con severidad a sus enemigos. Jehová atacó con diez plagas a Egipto y hundió a todo un ejército en el Mar Rojo. “Jehová es varón de guerra…” (Exodus 15:3). Como en toda desgracia, morirían en esos desastres miles de mujeres y niños como ocurre y ha ocurrido con el paso de la historia por causa, en el caso descrito por “sentencia divina” y en los otros por controversias del hombre, en las que el mayor número de víctimas han sido inocentes.
En el mundo moderno se registran dos grandes guerras con participación multinacional. La Primera (1914-1918) y la Segunda Guerra Mundial, ocurrida de 1940 a 1945. Se habla con preocupación de una tercera guerra, que por los avances de la industria armamentista con la muy anunciada capacidad nuclear, según siniestros pronósticos sería la última, por sus alcances destructivos que podrían terminar con la vida en el planeta.
Algunos analistas, expertos en el tópico, consideran que la actual guerra contra el terrorismo constituye de por sí una Tercera Guerra Mundial, tal vez sin el signo catastrófico de una guerra nuclear, pero sí constituyendo una amenaza constante incluso para naciones de tradición pacífica. Se tipifica en ese sentido el terrorismo impuesto por el extremismo islámico de la agrupación conocida como Daesh o ISIS que tras crear un califato en la importante ciudad de Racca, Siria, ejerció dominio hasta hace dos semanas cuando fuerzas aliadas desalojaron esas fuerzas de ese territorio.
Sin embargo, como lo señala un artículo del diario canadiense Toronto Star, eso no constituye una derrota final para la agrupación terrorista Daesh o ISIS, pues tiene fuerzas aún en combate en Irak y apoyo logístico en otros estados orientados por el islamismo fundamentalista. El problema además para la región, no es sólo la presencia de esas fuerzas, pues existen conflictos internos en Irak, Siria y Turquía.
Desde el punto de vista ideológico no se percibe beneficio social para los pobladores de esos territorios, pues por ejemplo la meta de grupos como Daesh o ISIS y Al Qaeda, son lograr una victoria en servicio de sus propios fines, o sea el reestablecimiento de los califatos o regímenes de dominación, caracterizados por sistemas de sometimiento y retroceso en perjuicio de las generaciones liberadas del dogma de la religión, para el logro de un proceso de avance científico y social, pero por sobre todo con la aspiración de lograr una paz duradera para la reconstrucción y edificación de un modelo de libertad y justicia.