René Leiva

Este texto fue publicado en La Hora el 7 de febrero del año en curso, y por considerar que sigue vigente, por desgracia, se reproduce con la misma pólvora ya quemada y para gastarla en los mismos zanates y postores.

Entre octubre de 1950 y abril de 2016, a lo largo de 65 años, 6 meses y medio, en el país de la eterna, funcionó una emisora radial excepcional, eminentemente musical, de nombre Radio Faro, que soportó gobiernos paramilitares y contrainsurgentes, terroristas de Estado, privatizadores y entreguistas, corruptos hasta la aberración patológica… todos, por supuesto, de derecha, pero ninguno se atrevió a profanarla, manosearla, utilizarla para fines espurios o alterar el designio cultural/musical con y por el que fue creada y que mantuvo por décadas. Radio Faro nunca fue un medio estratégico, digamos, para estratagemas politiqueras de propaganda sectaria del gobierno de turno. Nunca fue popular-populachera, de penetración masiva, precisamente por la alta calidad de su música y sensata programación. Políticos y militares probablemente ignoraban su existencia.

Hasta que al llamado Poder Ejecutivo, como mandamases, llegaron Los Hermanos Caradura, unos bufones mediocres conocidos como “Sami” y Yimi”, y con ellos sus compinches de circo televisivo (precisamente en uno de los canales señalados de corrupción, propagandista descarado del gobierno patriotista), es decir, los advenedizos que tomaron por asalto a Radio Faro, quienes según se sabe, son miembros de la clica chafarotesca “Tropa loca”.

Viene al caso recalcar que el paramilitar partido hoy en el poder, es otro al que su camino fue allanado durante la represión contrainsurgente –como el FRG y el PP, pero hay otros– al ser eliminados físicamente a lo largo de al menos tres décadas muchos hombres y mujeres dignos y pensantes. En 2015, como siempre, el pueblo puesto entre la espada y la pared, dicho “partido” y su candidato presidencial fue votado por el tradicional electorado sin memoria histórica, sin dignidad, sin raciocinio. Electorado irresponsable, cómplice… e impotente llorón. (Siempre queda una libre y consecuente opción llamada abstencionismo). La desnaturalización/enajenación provocada a Radio Faro presenta una repugnante serie de anomalías y abusos que solo sus oyentes más fieles y antiguos han podido percibir. En seguida, algunos testimonios de exoyentes habituales entrevistados, que por motivos de inseguridad (sic) pidieron no ser identificados por sus nombres completos:

A.P.R.: “Lo más abusivo, ofensivo e indignante fue que el advenedizo “director”, un perico de los palotes, con vandálica prepotencia, eliminó la bien balanceada programación a que todos estábamos acostumbrados. ¿Con qué derecho? Ahora Radio Faro es una emisora caótica, sin personalidad, de una promiscuidad vergonzosa.”

L.S.R.: “El tipo que llegó allí, tirado con honda chafa, como “director”, de voz ratonil, nunca en su (…) vida había oído ni siquiera un vals de Strauss.”

J.A.P.: “Para mí es, o era, una tortura tener que soportar cada cinco minutos la inevitable voz del único locutor identificando a Radio Faro y dando la hora, como cualquier vulgar emisora comercial, como si a nosotros los verdaderos melómanos y filarmónicos tales babosadas nos importaran un carajo.”

L.A.C.: “A mí que no me den consejitos de nada: de salud, nutrición, cuidados del carro, cómo bañar al chucho. Esas abominables cuñas cada media hora han rebajado a Radio Faro a ras de pasquín comercial y de anuncios clasificados. ¡Música es lo que yo quiero, como antes, y no en pedacitos de relleno!”

M.E.F.: “Es ofensa y menoscabo sistemáticos al compositor, a los intérpretes, a la casa grabadora del disco, y no digamos al oyente y al arte musical, eso de mutilar las obras musicales entre cada uno de sus movimientos o partes de que se componen, y sobre todo al final, pues no respetan los pocos segundos de silencio obligado que hay, por ejemplo, entre un adagio y un alegro, y ya no digamos cuando termina la obra, sino que de forma apresurada, violenta, vandálica, irrumpe la grabación con la voz del locutor dando por finalizada, mutilada, la composición. Eso es de idiotas e ignorantes. En la buena música los silencios son parte de su contenido expresivo.”
Continuará…

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