Alfonso Mata

Somos noretaemaricanofilos. Abraham Lincoln define la democracia como «el gobierno del pueblo por el pueblo para el pueblo». Pero lastimosamente hemos interpretado mal lo que Lincoln realmente quiso decir: que la gente se haga cargo de los asuntos que determinan su destino y sugiere en eso, un vínculo directo entre gobierno y gente.

Cien años después, en su libro “El fin de la pobreza” Jeffrey Sachs argumenta que la democracia es un requisito previo para el desarrollo económico. Según él, un régimen que es despótico, arbitrario y sin ley, puede destruir fácilmente el desarrollo y la democracia.

Entonces, si vemos las estadísticas de lo que sucede en nuestro país, estamos realmente jodidos. Empezando que las experiencias de nuestros gobiernos democráticos, dejan una gran brecha entre los logros esperados de la democracia y la realidad sobre el terreno. Pero lo más risible de todo eso es que nuestros juristas y constitucionalistas hablan de que en leyes y constitución, somos un «modelo de democracia” y entonces cuando uno se pregunta ¿y en resultados? que a la larga es lo que importa, la ineficiencia de todos los gobiernos democráticos se hace evidente y es paralizante.

Por lo tanto, lo que tenemos ante nuestros ojos a favor de la democracia que día y noche se nos machaca son: elecciones defectuosas, partidos políticos débiles y corruptos, cuerpos judiciales y legislativos en el rango de “a favor de quien tiene poder”, y organizaciones y sociedad civil débiles.

Bajo esas situaciones ¿Qué nos hace ser incongruentes?

En primer lugar, si permitimos que los ciudadanos tengan la última palabra en el diseño y la implementación de las políticas que afectan sus vidas, a través de los que en estos momentos se dicen nuestros representantes, estamos hablando de pajas. Como bien se ha señalado «cuando el desarrollo se democratiza para que las personas se conviertan al mismo tiempo en agentes, medios y fines; en ese momento, el desarrollo se realiza solo para unos». Esa es la democracia que hemos estado manejando.

En segundo lugar, el buen gobierno debe acompañar a la democracia. Esto significa tan solo una cosa: la existencia de estándares democráticos reconocidos y mantenidos por los ciudadanos y sus gobiernos. Este último debe estar cerca de las personas involucrando a los ciudadanos en el desarrollo y la implementación de políticas y programas que pretende afectarlos. No sucede así, se está al lado de quien paga.

Por lo tanto, el estado de derecho, la inclusión, la rendición de cuentas, la transparencia, la meritocracia, la protección de los derechos humanos y las libertades, y el fin de la corrupción, las normas bajo las cuales gobierno-sociedad deberían trabajar, es tan solo una ilusión en estos momentos.

En tercer lugar, en todos los gobiernos de nuestra época democrática, la clara separación de poderes entre los organismos gubernamentales no ha existido. La concentración de poder y la centralización son comunes y por lo tanto, es difícil afirmar categóricamente la diferencia entre el poder Ejecutivo, el poder Legislativo y el poder Judicial. Los controles y contrapoderes, no se han institucionalizado, predomina y son propiedad de la clase dominante y entre los gobernantes, gobiernan para garantizar el reparto de los costos y los beneficios del desarrollo. El pueblo está en segundo plano.

En cuarto lugar, la democracia debe ir acompañada de todos sus ingredientes esenciales, que incluyen: pluralidad, elecciones regulares libres y justas, controles y equilibrios, independencia judicial, estado de derecho, responsabilidad y transparencia para garantizar el desarrollo. Tal democracia crea varios centros de poder, que actúan o deben actuar y compartir en interés de los ciudadanos; cosa que por estas tierras, nunca ha existido.

Entonces ¿Para qué la democracia, si no funciona?

La democracia debe ser parte de una cultura que permita a las personas tener su propia autodeterminación de acuerdo con sus valores. Sin embargo, la democracia actual en Guatemala, no importa cuáles sean sus buenas intenciones, choca ante la verdad de lo que está sucediendo: “La democracia actual no toma en cuenta las realidades y si lo hace, es inconsistente, parcial e inconsciente y eso ha creado problemas entre gobierno y votantes, que no tienen experiencia o no les interesa explotar, los sistemas políticos democráticos».

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