Juan José Narciso Chúa

El mes de octubre es particular. El año pasado escribí también al respecto de ciertos hechos que lo hacían particularmente un mes interesante. Hoy que este famoso octubre casi concluye me lleva al cumpleaños de mi hermana pequeña Silvia del Rosario, quien arribó a un año más el 7 de este mes, como siempre feliz cumpleaños a mi hermanita. El segundo nombre de mi hermana explica por qué mis papás le llamaron así, haciendo uso del santoral en algunos casos como el de mi hermano, quien nació un 25 de agosto, día de San Luis Rey en dicho santoral y mi hermana nace en el mes del Rosario, en honor a la Virgen del Rosario, un agradable espacio para visitar la iglesia de Santo Domingo, para disfrutar de un espacio espiritual, admirar la forma en la cual ha sido adornada la iglesia constituye un gran placer estético y para finalizar comprar dulces típicos como el coco en conserva, el camote y el chilacayote –que le encantaban a mi papá–, las canillitas de leche, la pepitoria –sabor, ¿verdad Momo?–, así como para aprovechar a tomar atol de elote. Un punto de visita agradable.

Adicionalmente octubre condensa hechos que fueron trascendentales para nuestro país, que mostraron justamente el amanecer a una primavera democrática, que fue desafortunadamente truncada equivocadamente, pero que refuerza que han existido y existen personas que buscan justamente el cambio de un país, que dicha gesta con todos los cambios que ocurren en el ámbito legal –conducidos por CICIG y el MP–, pueden conducirnos a otra Primavera Moderna, en donde la clase política y las élites puedan comprender que su papel es también asumir compromisos de cambios y transformaciones para todos, no sólo para un grupo. El 20 de octubre constituye un hecho histórico que más allá de la nostalgia de su contenido, invita a recrear alternativas para avanzar en otra ruta para transformar nuestra sociedad.

En octubre también se recuerda con mucho orgullo, los 50 años del Premio Nobel de Literatura otorgado a Miguel Ángel Asturias, el eterno Moyas, aquel literato universal que recreó el realismo mágico desde la profundidad de sus novelas. Recientemente tuve la oportunidad de releer Hombres de Maíz y la riqueza de su contenido, la diversidad de su conocimiento de la realidad del campo, lo multifacético de sus diferentes historias, el uso impresionante, amplio y profundo de su oralidad puesto en novela, resulta impresionante. No es fácil de leer, requiere de retornos para poder disfrutarlo más. Fuera de ello, hace uso exquisito y particular del buen humor como el caso de los compadres que inician un negocio y pretenden vender licor en su aldea, compran un garrafón del espirituoso líquido y reciben un vuelto de seis pesos. Ambos cargan su preciada mercancía, pero el peso y lo difícil del camino hacia arriba, les provoca mucha sed y uno de los compadres, el que guarda el dinero de vuelto, le dice que tomará un trago pero que se lo pagará, porque “negocio es negocio”, toma el trago y entrega los seis pesos; luego el otro carga, le da sed y también le dice que tomará un trago, pero que pagará y también le devuelve los seis pesos y en esta reiteración de mantener el negocio y de pagar lo consumido, regresan a la aldea sin trago, pero con seis pesos. Hilarante. Cada pasaje, cada diálogo, cada explicación del negocio, cada decisión de pagar, resulta agradable y así hay muchos más. En El Espejo de Lida Sal, Asturias saca su innata irreverencia, cuando en uno de los cuentos habla del gran Atup, léalo con detenimiento lectora o lector y comprenderá de qué hablo.

Octubre también es el aniversario de otro premio nobel, el de Rigoberta Menchú, como Premio Nobel de la Paz. Este justo premio, tiene más detractores que reconocimiento. En mi caso, me enorgullezco enormemente del mismo, pues una guatemalteca indígena con un reconocimiento de este nivel, tiene un significado trascendental para nuestra sociedad. No importa su ideología lectora o lector, el premio otorgado a Rigoberta Menchú representa también la posibilidad que existe en el cambio y de comprender la necesidad de aceptación, comprensión e internalización de nuestra esencia y diversidad.

También en este mes, me hicieron tío abuelo, nació la hija de Luis Rodolfo, mi sobrino, y de Melissa mi otra sobrina, hija de mi viejo y también compañero, amigo y hermano de vida: Víctor Hugo Monzón. Felicidades por la nueva vida y recordarnos que nos hacemos viejos cada día más.

En otras latitudes y otros ámbitos, no puedo dejar de mencionar mi enorme gusto por el beisbol y ayer empezó la serie mundial entre Dodgers y Astros, lástima que no llegaron los Yankees –que no es mi equipo, pero sí de la Lucha y Bebeto, mis hijos–, pero se hubiera reeditado aquella serie mundial del lejano año 1981, que disfruté allá en San Rafael con mi papá –un duro aficionado Dodger–, mi hermano Luis, Romeo –mi otro hermano– y yo. Igualmente, Sergio Mejía –mi otro hermano de vida, el Muñeco–, estará disfrutando de la presencia de su equipo en esta Serie Mundial. Así que hay diferentes hechos, lugares y motivos para disfrutar lo que resta de este mes. Salud.

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