Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
Con una visión tradicional y formalista de resolución de conflictos, el embajador de la Unión Europea en Guatemala, Stefano Gatto, advierte a los guatemaltecos que a menos que se pongan a dialogar corren el riesgo de quedarse sin la ayuda de la Unión que representa y, pomposamente, dice que tenemos que buscar los puntos de acuerdo para ver cómo todos cedemos en algo para que pueda haber una efectiva negociación. El diplomático dice que están enfrentadas dos visiones del futuro del país y que para romper el nudo lo que hace falta es identificar en qué podemos ir cediendo para alcanzar la panacea de un acuerdo que desmonte la crisis.
Gatto no se ha dado cuenta que no se trata de dos visiones del futuro las que están enfrentadas, sino que esto es una lucha sin cuartel entre los que quieren preservar un sistema de corrupción e impunidad y quienes pretendemos erradicar esos vicios para dar paso a un nuevo acuerdo o pacto político nacional en el que privilegiemos a los habitantes y no a los ladrones que llegan cada cuatro años, apoyados por los financistas de siempre que son los verdaderos amos del país porque mediante chorros de soborno que tiran desde las campañas políticas, se convierten en el diablo que se adueña de las conciencias de quienes luego toman decisiones.
Es muy fácil, desde la perspectiva europea, dar recomendaciones como la que hace Gatto y uno las puede encontrar en infinidad de manuales sobre el diálogo y la negociación. Pero cuando el enfrentamiento es por cuestiones de principio no hay espacio para ceder. A los pícaros les importa un pepino todo lo que se pueda decir respecto al deterioro de la institucionalidad por el daño que ha causado la existencia, sempiterna, de un modelo que privilegia la corrupción y que ha hecho de la impunidad el instrumento idóneo para concretar sus burdas y criminales aspiraciones. Y justamente lo que nos tiene así es que cada vez que ha habido una crisis, como fue la de Serrano, por ejemplo, prevaleció la tesis de que había que dejar de lado la intransigencia y ceder para ‘mejorar” las cosas y el resultado fue que no sólo no mejoró nada sino que los dueños del país se empoderaron más para incrementar sus ganancias prostituyendo más, si cabe, a la clase política.
En Guatemala los que están interesados en el diálogo lo hacen porque ven que ante la firme postura de importantes sectores lo que les queda es armar alguna otra instancia de consenso, como las que históricamente hemos tenido para que alguien se coma el mandado y deje sin efecto la causa popular. Sabrá Gatto, por ejemplo, que así fue como hicieron la independencia los mismos criollos españoles que temieron que el pueblo fuera el que declarara la independencia de España y que entonces corrieron a hacerla para que nada cambiara. Y en todos los movimientos sociales han sido ellos, los causantes de la crisis, quienes después, cuando los ingenuos creen en el diálogo honesto y sincero, se terminan saliendo con la suya porque son expertos en “ceder” del diente al labio.