Ing. Raúl Molina Mejía

Ante este panorama, se pensaría que el centro-izquierda tiene la oportunidad de tomar las riendas del país, luego de 60 años de derecha –Castillo Armas, Ydígoras, ejército con Peralta, Méndez Montenegro, los generales Arana, Laugerud y Lucas, ejército con Ríos Montt y Mejía Víctores, Cerezo, Serrano, De León, Arzú, Portillo, Berger, Colom y Pérez– no hay nada bueno que mostrar. Los pobres, a punto de explosión social, debieran dar el giro profundo que los Acuerdos de Paz no lograron. Falta, sin embargo, el elemento fundamental del 20 de Octubre de 1944: la unidad de fuerzas, sectores y personas del centro-izquierda. La miopía de la izquierda hoy, autocríticamente, es que cada “líder” se cree que es mejor “ser cabeza de ratón que cola de león”, cuando no se llega ni a “cola de ratón”. El caudillismo o “grupusculismo” es tal que ya se perfilan dos alianzas partidarias, así como alianzas “populistas” y partidos aislados y “grupos de análisis”. Se habla de unidad; pero, en la mayoría de los casos, la del azadón: “jalar para adentro”, con dogmatismo y hegemonismo. Por ello las verdaderas fuerzas sociales, entre las cuales no hay organizaciones políticas, se muestran frías ante el “supermercado” de la izquierda. Quizás opten, de palabra, por alguna de las ofertas –los colorcitos, las “figuritas” o hasta los “ofrecimientos”– pero eso no se traducirá en votos. La fragmentación llevará al fracaso electoral y éste, reiterado, lleva al fracaso político. Las fuerzas sociales no se jugarán en la política lo que es más efectivo realizar en la calle y el campo, como quitarse la Ley Monsanto, parar a la cementera y otras mineras, preservar el agua y parar a las empresas de electrificación, defender sus territorios, tierras y escasos recursos, luchar contra las reformas educativas antojadizas, impedir la privatización de los servicios que el Estado debiese proporcionar y arriesgar sus vidas para oponerse a la militarización, el abuso de poder y la corrupción. Esto es lo que en la izquierda no hemos querido o podido ver. Ni siquiera nos abrimos a ese centro que ha dejado de ser “capa media” para padecer, igualmente, los desaciertos políticos, sociales y económicos de las derechas. Este cuadro todavía se puede cambiar; pero necesitamos no “líderes mesiánicos”, sino que democracia participativa y una gran dosis de humildad.

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