Alfonso Mata

El voto de censura del pueblo hacia el Presidente y al Legislativo en pleno, ha destruido la simpatía que ambos, solidarizándose aunque sin tragarse, mutuamente mantenían, en defensa de intereses que les eran comunes: dinero mal habido, poderes mal usados y uso prohibido del erario público. El egoísmo y la ambición unieron a ambos poderes, que en este momento se defienden contra toda idea y acción que les cercena sus intereses. El pueblo ha empezado a actuar para extraer y expulsar a los “vándalos políticos” de sus cómodas posiciones. Hay tácita, una liga del Ejecutivo y Legislativo, contra el pueblo y se muestran celosos y temerosos de que se vaya a romper una sola de las cadenas con que tienen fijas sus ambiciones y controlada a la población y ante el temor de que se les corte las uñas y se les desaloje, cometen cualquier tontería (esperamos que no llegue a violencia y atropellos).

El Presidente, poder centralizado y pantalla de muchos intereses egoístas personales y ajenos, se contorsiona ya sin salida alguna; pero no hay que pecar de ingenuo para saber que no son los Portillo, Pérez, Morales, los que crujen; es la institución, es la Presidencia, es el poder personal y centralizado bajo un marco de tiranía legal. Las presidencias en las últimas décadas, por egoísmo de intereses y protegidos por su poder, bañan con sus ambiciones y fechorías al Congreso y generan a lo largo de los períodos una santa alianza entre ambos, contra los intereses del pueblo.

¿Qué lección nos dejan los sucesos y acontecimientos de los organismos de Estado y las respuestas de la población? El pueblo está exigiendo mayor LIBERTAD Y PARTICIPACIÓN para elegir a sus representantes y argumenta con sobrado criterio, una nueva legislación para elegir a sus representantes y gobernantes para lo que es necesario y de urgencia, modificar y quitar de la actual, todas las exigencias que le vetan esos derechos y a la par de ello, exige y solicita que se coloquen por sus gobernantes dentro de las instituciones de Estado, los hombres más probos y capaces para ocupar dichos cargos, lo cual también exige modificación legislativa. Finalmente y con pleno derecho, exige una forma honesta, trasparente, justa y equitativa, visible y pública, de distribución de sus recursos y bienes.

Sin que las observaciones populares no se corrijan: forma de elegir autoridades, llenar y colocar lo mejor de la sociedad en la conducción y ejecución, el sistema de gobierno seguirá siendo un ensayo con resultados deplorables bajo un régimen de malas y mañosas prácticas.

De igual forma, no puede seguir imperando ese desorden en que el poder Ejecutivo tiene facultades propias del Legislativo, lo mismo que del Judicial, cuando se juzgan acciones y actuaciones de altos funcionarios o de las instituciones o que el Legislativo tenga bajo su plano jurisdiccional, al mismo Ejecutivo, por el derecho de interpelación de leyes que le es propio y en cuyo ejercicio puede intervenir hasta en el último de los actos administrativos. Lo que hemos visto como resultado de esto, es que la intervención encarece la actuación de los organismos y la ejecución presupuestaria y facilita mañas y negocios turbios.

Pero en resumen, lo que pide el pueblo es no permitir que suban al gobierno, personajes corruptos, retrógrados. La población está motivada por un afán de progreso, demostrado en las calles y plazas, oficinas, medios escritos y electrónicos y, además, está segura que eso solo le puede lograr, con nuevas reglamentaciones de participación y votación para elegir y ser electo, con la certeza que garantiza el actuar apegado al derecho público, que no facilite un actuar podrido público lleno de egoísmo. Nuestra sociedad lo que está clamando es salir del sistema de vivir como ostionerías, en que cada quien vive en su concha adscrito a un peñasco y en que el amor propio lleva a cometer las más graves fechorías. Eso implica no solo volver la vista del accionar gubernamental hacia lo público, su bienestar, sino también a lo que tanto se ha insistido: una estructura de Estado no sostenida por la Presidencia sino por el pueblo debidamente representado, lo que significa terminar con un sistema político construido para formar camarilla y corromper la moral política.

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