Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt
La exigencia de renuncia de los diputados que avalaron los decretos que pretendían eliminar el carácter de delito al financiamiento electoral ilícito y dejar libres a todos los corruptos, al igual que a los responsables de otros delitos, es coherente y constituye una salida que puede legitimar el sistema si es que los ciudadanos asumimos el compromiso de estar vigilando, día a día, a los suplentes que lleguen a llenar las vacantes. Esos suplentes deben saber y entender que el soberano es el pueblo y que si incurren en abusos o excesos o si traicionan la voluntad popular, van a correr la misma suerte de quienes fueron depurados. Porque la depuración no es cambiar una cara por otra, sino llevar a diputados que, vigilados estrechamente por el pueblo, puedan legislar para crear un nuevo marco del ejercicio político en el que el financiamiento de campaña no sea la forma de cooptar al Estado.
La remoción de la peor bazofia no significa que llegarán elementos muy distintos, pero sí que quienes lleguen estén claramente condicionados por la presión popular. En el caso del Ejecutivo, recordemos la experiencia del 2015 cuando al irse Baldetti fue electo Vicepresidente el anodino Alejandro Maldonado Aguirre, hombre del sistema que llegó a defenderlo y apuntalarlo, y algo así tendríamos en el momento en que se proceda, como debe ser, contra el presidente y vicepresidente Morales y Cabrera por los asuntos graves del financiamiento electoral que no fue sólo el de los empresarios que los coparon, sino también de “Fantasmas” dedicados al narcotráfico si eligen los mismos diputados depurables.
Lo que más importa es depurar el Congreso y que los que lleguen a ocupar las curules estén sabidos de que no tienen un cheque en blanco para andarse fraguando leyes espurias, sino que tienen un claro mandato de atender el clamor de la población para realizar el cambio que el país necesita en términos de una nueva forma de elegir a nuestras autoridades sin esa dependencia funesta que hay de los financistas.
Algunos hoy salen con tesis de “conspiración”, pero no dicen que la mayor y más funesta ha sido esa forma en que se hizo depender del financiamiento toda la actividad política, lo que convirtió al gran capital en verdadero dueño del país porque todos los presidentes que se creen sus socios, son en realidad marionetas a los que dejan hacer uno que otro negocio por cuenta propia, siempre y cuando no se metan a menoscabar los intereses de quienes en verdad mandan en nuestro país.
Los ciudadanos tenemos que tener claro que si alguna verdad se ha dicho con contundencia fue aquella de que el financiamiento electoral ilícito es la madre de todos los vicios de nuestro sistema. Desde el que regala tiempo en los canales de televisión para que no le reduzcan los privilegios del monopolio, hasta los más fufurufos que ahora están a lado de Jimmy Morales porque detectaron que puede ser la pieza que le ponga fin a esa babosada de la lucha contra la corrupción que ya empezó a llevar al banquillo a varios de los suyos, todos tienen que perder ese poder.