Hoy es un día importante para el rescate de las instituciones y la creación de una verdadera institucionalidad que se libre de la actual que está marcada por la cooptación del Estado. Atendiendo el llamado a expresar nuestro repudio a la corrupción, los guatemaltecos hemos sido convocados a actuar, dejando atrás años de indiferencia, para iniciar la necesaria depuración de todas las instituciones porque en Guatemala se prostituyó no sólo el ejercicio del poder político, sino se creó y consolidó un sistema perverso incapaz de operar en función de los intereses de la gente porque todo centavo del erario se lo reparten entre políticos corruptos, sus financistas más largos que la cuaresma y sindicalistas vivos que le sacan raja al estado de podredumbre.
Tenemos que expresarnos pacíficamente no sólo para no dar oportunidad a las bestias de que desahoguen su furia contra el pueblo, sino también para demostrar que tenemos más altura que cualquiera de esos trogloditas que tratan de desprestigiar al movimiento de resistencia del pueblo. Pero al mismo tiempo de que enarbolamos la bandera del pacifismo, tenemos que ser muy firmes en nuestros planteamientos y demandas porque no podemos permitir ni que se prolongue en demasía la agonía de este sucio sistema, ni debemos tampoco dejar que nuevamente nos engatusen los de siempre con instancias de diálogo que sirven para mediatizar el malestar ciudadano y, finalmente, preservar los privilegios que han acumulado.
No olvidemos que la misma Independencia la hicieron los “próceres” antes de que el pueblo la hiciera por su propia cuenta, lo que equivale a decir que le robaron el mandado a la gente para montar un modelo propio, en su directo beneficio, que ha venido funcionando a la perfección para sus intereses. La declaración de independencia fue la maniobra de la primera Instancia Nacional del Consenso y así ha sido a lo largo de la historia con la posible excepción de 1944 cuando no pudieron copar el movimiento, lo que los obligó a provocar lo de 1954 para “corregir” el error histórico de no haber marcado el ritmo diez años antes.
Este movimiento tiene que ser para cambiar el sistema de manera que los políticos dejen de depender del pisto de los financistas que los compran desde la campaña, a unos con millones y a otros deslumbrándolos al darles hospedaje en sus hoteles de lujo como pasó con este pobre presidente Morales. Es un movimiento para buscar la verdadera democracia, desplazada por la pistocracia, para que el Estado funcione, al fin, en la necesaria búsqueda del bien común.