Por ROBIN McDOWELL
YANGÓN, Myanmar
AP
Durante generaciones, los musulmanes rohingya han tenido su hogar en Myanmar. Ahora, en lo que parece una purga sistemática, esta minoría étnica está siendo literalmente borrada del mapa.
Tras una serie de ataques de milicianos musulmanes el mes pasado, fuerzas de seguridad y turbas aliadas respondieron quemando miles de viviendas rohingya en el país, de mayoría budista.
Más de 500 mil personas _en torno a la mitad de su población_ han huido a la vecina Bangladesh en lo que va de año, la mayoría en las últimas tres semanas.
Y las personas siguen marchándose, hacinadas en botes de madera para llegar a unos campos de refugiados en Bangladesh abarrotados y anegados por las lluvias del monzón.
El Secretario General de Naciones Unidas, António Guterres, ha calificado las penurias de los rohingya de limpieza étnica. Y a pesar de las afirmaciones de hoy de la líder de Myanmar Aung San Suu Kyi, pocos creen que alguna vez sean bienvenidos si regresan.
“Esta es la peor crisis en la historia de los rohingya”, dijo Chris Lewa, fundador del Arakan Project, que trabaja para mejorar las condiciones para esta minoría étnica, citando la enorme escala y rapidez del éxodo. “Las fuerzas de seguridad han ido quemando pueblos uno a uno, de una forma muy sistemática. Y sigue en marcha”.
A través de una red de observadores, Lewa y su agencia documentan de forma meticulosa los pueblos quemados total o parcialmente en tres municipios del estado norteño de Rakhine, donde vivía la gran mayoría de los 1.1 millones de rohingya de Myanmar.
Es una labor agotadora, ya que hay cientos de aldeas y resulta casi imposible verificar la información porque el Ejército ha bloqueado el acceso a la zona. Imágenes por satélite publicadas hoy por Human Rights Watch muestran amplias extensiones de terreno chamuscado y la destrucción casi total de 214 poblados.