Por Stefan Tabeling
Bergen (Noruega)
Agencia (dpa)
Completamente desnudo, Chris Froome posa en una bicicleta roja y deja ver su cuerpo fibroso: huesos, músculos, piel, aunque también algunos moretones, como si quisiera decir, a pesar de su sonrisa, que hay que pagar un precio doloroso por el éxito.
En la entrevista con el diario «Sunday Times», que publica la foto, el británico sí expresó con palabras el deseo de ganar en el Mundial de Ruta, que lo tendrá compitiendo mañana en la contrarreloj individual (descartó competir en la carrera de fondo del domingo).
Si lo logra, completará un triplete histórico (este año ganó el Tour de France y la Vuelta a España) e igualará al belga Eddy Merckx y al irlandés Stephen Roche, que en 1974 y en 1987 ganaron respectivamente dos grandes vueltas (ambos el Giro y el Tour) y el oro en la ruta.
Su cuarta victoria en el Tour fue seguida por su primera consagración en la Vuelta a España, hace poco más de una semana. Apenas 31 kilómetros lo separan del oro en Bergen, la costera ciudad noruega donde se celebra el Mundial. Una subida final de 3.4 kilómetros con un 9.1 por ciento de pendiente media aumentan sus posibilidades (y disminuyen las del alemán Tony Martin, el defensor del título).
«Siempre estoy muy motivado», dijo Froome, que el domingo finalizó tercero con el Sky en la contrarreloj por equipos. Ahora el británico busca -además del triplete- añadir un primer oro mundialista a su abultado palmarés. «Quiero ganar a toda costa, el resto es irrelevante», añade.
La fortaleza mental de Froome consiste, entre otras cosas, en mantener sus 68 kilogramos en 1.86 metros de estatura. Durante días, el británico no consume carbohidratos en medio de extenuantes jornadas de entrenamiento. Se siente como un «zombie». Su porcentaje de grasa es menor del 10 por ciento; el de una persona normal es aproximadamente el doble. Pero en él no hay casi nada normal.
El jefe de filas del Sky tiene tendencia a la perfección, incluso a costa de caídas. «Creo que puedo ver el peligro. No me aterro», explica el pedalista, que solo sufrió fracturas menores en su carrera. Mucho peor fue la esquistosomiasis que lo dejó fuera de acción en 2010. Froome probablemente contrajo el virus en África, su antiguo hogar.
La historia de su infancia influyó en su vida posterior. El campeón creció en Kenia en una casa con piscina y cancha de tenis, antes de que el negocio familiar se derrumbara y sus padres se divorciaran. Fue a la escuela en Sudáfrica, donde la bicicleta se convirtió en su pasión. Si al principio de su carrera ganaba 300 libras esterlinas a la semana, hoy es un multimillonario y vive en una villa en Mónaco.
Él parece poder adaptarse a todo. «Ya sea en calles adoquinadas, laderas, montañas, Froome no tiene problemas en ninguna condición», lo elogia Nicolas Portal, director deportivo del Sky.
Gracias a esa flexibilidad, Froome hace posible lo que parece imposible. Incluso lograr algo histórico, como ganar el Tour, el Giro y la Vuelta la misma temporada, aunque se trataría de una gran gesta inédita. Si lo intentara el próximo año, eso aún no lo define.
Por lo pronto, piensa más en su quinto título del Tour para unirse al grupo de Jacques Anquetil, Merckx, Bernard Hinault y Miguel Indurain, que ganaron cinco veces la ronda gala. «En invierno hago un plan», dice al respecto.
Entonces tendrá unos kilos más en las costillas. «Un tronco flaco, muslos enormes: me siento un poco ridículo cuando me miro al espejo», confesó al periódico británico. A pesar de sus duras consecuencias, el éxito podría aparecérsele mañana con un nuevo triunfo.