Emilio Matta Saravia
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Entre tanta noticia negativa que tuvimos ayer por la aberrante aprobación del paquete de leyes donde el Congreso de la República garantiza la impunidad para quienes cometieron los delitos de financiamiento ilícito, cohecho activo y pasivo, enriquecimiento ilícito, entre otros, pasó desapercibida la noticia donde el superintendente de la SAT, Juan Francisco Solórzano Foppa, informó que propondrá incrementar el porcentaje de Impuesto Sobre la Renta para profesionales y asalariados. No hizo mención a cuánto incrementaría dicho impuesto.

De primas a primeras, al ciudadano común y corriente le puede causar molestia tal propuesta, ya que impacta directamente en la bolsa de la clase media. Causa repulsión, al ver la forma en que operan el Congreso de Guatemala, el Ejecutivo y los distintos actores gubernamentales que a la postre serán los ejecutores de los impuestos que pagamos, y encima se recetan medidas para manejar sin ningún tipo de rendición de cuentas dichos fondos. Y este juego me lleva a aquel dicho de qué viene primero, el huevo o la gallina. Es en este círculo vicioso, rácano y mezquino, donde nos quedamos atorados como sociedad. Los que podemos, no queremos pagar más impuestos (algunas personas ni siquiera los pagan) porque se los roban nuestros gobernantes. Y los gobernantes no mejoran los servicios básicos ni invierten en mejorar la infraestructura porque no tienen recursos, ya que la recaudación fiscal es baja.

He trabajado en empresas multinacionales, donde sé de primera mano que las personas individuales y las empresas en distintos países desarrollados y en vías de serlo (lamentablemente Guatemala no encaja en ninguna de las anteriores) pagan sus impuestos. Y la pena por no hacerlo es dura, si no severa. Cuando me refiero a los países en vías de desarrollo, hablo de Chile en Latinoamérica, de Singapur en Asia, o de Polonia en Europa. Países donde, según algunos columnistas no muy bien informados, dicen que no se pagan impuestos o que las tasas son muy bajas. Mentira. O catedráticos universitarios que tuve cuando fui estudiante de Administración de Empresas que le mentían a los alumnos (espero que no sigan mintiendo), diciéndoles que efectivamente los países desarrollados que tienen tasas impositivas altas, las tienen ahora, pero que se desarrollaron a base de cargas fiscales bajas, es decir, bajos impuestos. Mentira también.

Aunque me gane el odio de muchas personas, incluidos algunos “amigos” míos, creo que es nuestro deber como ciudadanos romper el círculo vicioso de no querer pagar más impuestos porque se los roban, y aceptar que debemos pagar más. Somos nosotros, los ciudadanos honrados, los llamados a romper el círculo vicioso de la baja carga fiscal y pagar un poco más de nuestros ingresos en impuestos. Eso sí, nada viene gratis. Si tenemos la disposición de aumentar la carga tributaria que el Estado nos impone, también tenemos el DERECHO Y LA HARTA OBLIGACIÓN de exigirles a los funcionarios públicos que disponen de nuestros impuestos y a los “empresarios” que participan en obras públicas, lo hagan con probidad y con honestidad y que no se roben los impuestos.

Y para cumplir con ese cometido, nada mejor que tener un Ministerio Público y una Contraloría General de Cuentas fuertes, apuntalados por un ente como la CICIG para meter a los corruptos y corruptores a la cárcel y que no existan medidas sustitutivas que los dejen libres. ¿Qué fue primero, el huevo o la gallina? Los huevos, diría yo.

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