Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Cuando escuché las declaraciones ofrecidas ayer por el vicepresidente Jafeth Cabrera respecto al problema de nuestros migrantes en Estados Unidos, no podía dar crédito a mis oídos porque jamás escuché algo tan torpe como esa expresión de que los que se han ido lo hicieron porque quisieron irse, dando a entender que es problema de ellos por haber tomado esa decisión y pasando por alto las penosas condiciones de vida existentes en Guatemala que son el motor que mueve ese enorme fenómeno migratorio que ha llevado a millones a arriesgar hasta la vida en el peligroso trayecto para tratar de encontrar en Estados Unidos las oportunidades que su patria les ha negado.

No sorprendería ese tipo de declaración viniendo de alguno de los otros funcionarios o del Presidente, pero el hecho de que alguien que fue Rector de la Universidad Nacional tenga tan pobre criterio espanta y para el pelo porque evidencia lo fregados que estamos si ni siquiera quienes presumen de académicos pueden entender el fenómeno migratorio. Nunca se podrá contener esa avalancha que se mantiene día a día si no se atacan las causas, pero cómo se pueden enfrentar si no existe siquiera conciencia de que hay condiciones de nuestra estructura social que son la motivación para que los guatemaltecos más pobres busquen mejores horizontes.

Cierto que hay guatemaltecos exitosos que viven y trabajan en Estados Unidos y a ellos podría haberse referido el Vicepresidente, pero quien haya estado en contacto con las comunidades de guatemaltecos en ese país sabe lo dolorosa que fue su decisión de irse, de dejar a familias en la patria para ir a trabajar en condiciones duras y adversas, pero con la seguridad de que el trabajo que realizan les produce mucho más de lo que les producía igual esfuerzo en sus comunidades de origen. El guatemalteco no va a Estados Unidos a pasarla bien, a hacer de turista o por gana de vivir más fácilmente. Viajan precisamente porque viven todos los días la angustia de que por más que trabajen, por más que se esfuercen, no logran salarios decorosos que les permitan mantener a sus familias y es esa pena cotidiana la que los impulsa a la aventura, muchas veces mortal, de cruzar México para llegar a Estados Unidos.

La opinión del Vicepresidente demuestra no sólo poca sensibilidad ante un problema tan dramático, sino que absoluta incapacidad para entender uno de los peores problemas que enfrenta nuestra sociedad. Ni qué decir, entonces, el mérito que tienen esos millones de compatriotas que con sus remesas mantienen la economía a un ritmo que sin ese chorro de dólares sería imposible de lograr. No digamos de políticas de inversión social para mejorar las condiciones de vida de nuestra gente y ofrecerles en su propia patria la esperanza de que con trabajo y dedicación pueden alcanzar metas de superación. Aquí el pobre vive condenado a la pobreza y las excepciones son tan raras que no pueden considerarse como ejemplares.

Bochornoso comentario que muestra cómo estamos siendo gobernados.

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