Juan Antonio Mazariegos G.

Esta semana el Presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció la cancelación del programa de acción diferida para personas que llegaron a Estados Unidos en su infancia, conocido por sus siglas en inglés como DACA.

En concreto este programa permitía a aquellos migrantes que habían llegado a EE. UU. antes de cumplir los 16 años, que no tuvieran más de 30 años en 2012 cuando se creó la ley y que se encontraran estudiando en escuelas, universidades o eran veteranos de las fuerzas armadas de ese país, que permanecieran en EE. UU. bajo un permiso especial, siempre y cuando tampoco representaran una amenaza para la seguridad norteamericana, no hubieran sido condenados por un delito mayor y tuvieran cierto tiempo de permanencia en EE. UU.

Los jóvenes estudiantes indocumentados fueron los mayores beneficiados por el programa DACA y pronto se les conoció como dreamers o soñadores y de conformidad con diversas fuentes se estiman que son alrededor de 800 mil de los cuales cerca de 40 mil son migrantes guatemaltecos que hoy se encuentran bajo amenaza de terminar su sueño y despertar deportados en Guatemala.

Hasta el día de hoy, sin importar que estuvieran bajo gobierno demócrata o republicano, era común el ver aterrizar a los aviones fletados por EE. UU. que traían a miles de migrantes indocumentados de regreso a Guatemala, la mayoría, trabajadores de ocasión, gente sencilla que se había ido a probar suerte y a buscar empleo a donde lo hubiera y que no tenía la capacidad de pagar un Abogado de migración o las características para calificar en programas que como DACA les permitieran regularizar su situación migratoria y no ser constantemente perseguidos por su condición de migrantes indocumentados.

De concretarse la amenaza e iniciar la deportación de estos jóvenes soñadores, arribarán a Guatemala miles de ellos y al igual que nuestros compatriotas deportados con anterioridad no encontrarán en nuestro país las condiciones para integrarse en una vida que les permita continuar con las metas que ya se habían trazado para ser futuros profesionales o trabajadores calificados.

Nuestros migrantes, sean o no soñadores como estos jóvenes, se fueron buscando un medio de subsistencia y un futuro ante la imposibilidad de labrarlo en Guatemala. Nuestro país no tiene la capacidad siquiera de absorber a los miles de estudiantes que año con año se incorporan a la fuerza de trabajo y esa desocupación crea condiciones de cultivo para la violencia y la insatisfacción colectiva. En ese escenario despertarán esos miles de soñadores que serán deportados, si el Congreso de EE. UU. finalmente acepta la decisión de su Presidente, ¿qué haremos para recibirlos? ¿cuáles son los planes? Ellos al igual que todos los demás migrantes que retornan deportados necesitan ser reincorporados y que se aprovechen sus habilidades, de lo contrario pronto descubrirán que un sueño también se puede convertir en pesadilla.

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