Una preocupación recurrente entre distintos sectores de los que están apoyando desde el principio la lucha contra la corrupción es el que la misma se haya concentrado tanto únicamente en la gente del Partido Patriota y que se pasen por alto otros escandalosos casos que han preocupado a la ciudadanía. La explicación lógica es que los casos recientes son más fáciles de investigar, sobre todo cuando las pruebas provienen de técnicas como las escuchas telefónicas que en el Caso La Línea fueron fundamentales para determinar el papel de cada quien y las posibles responsabilidades.
En casos más antiguos se depende de otro tipo de prueba que es más difícil de recolectar, indudablemente, pero que también está allí y que con las técnicas que nunca se habían usado en Guatemala, podrían avanzar hacia los tribunales para ser debidamente juzgados. Creemos que es necesario mostrar que la lucha contra la corrupción no se hace con sesgo y aunque haya razones de peso para “explicar” las mayores dificultades que hay para entrarle a casos más complejos o más antiguos, de todos modos hay que hacer los esfuerzos necesarios.
No es lo mismo acusar a los que se repartían el botín de las aduanas y hablaban con desparpajo por teléfono sobre las coimas y lo que le tocaba a cada uno de los de la banda que entrarle, por ejemplo, a un fideicomiso diseñado por expertos en la corrupción que vienen operando desde los años noventa con toda la tranquilidad del mundo acumulando experiencias muy útiles para borrar huellas. No quiere decir que no se pueda llegar al fondo, pero aunque sea más complejo y difícil producir las pruebas fehacientes, las mismas están allí y es importante seguir la pista del dinero porque la corrupción, finalmente, se traduce en riqueza de los pícaros y la misma se ostenta tarde o temprano.
Con quien uno platica sobre la lucha contra la corrupción siempre surge la duda de por qué únicamente unos están acusados cuando han sido tantos los que se han armado, literalmente, con los recursos del pueblo. Hay explicaciones, sin duda alguna, pero hay también dudas de por qué casos como Transurbano o el de Odebrecht no avanzan al ritmo que debieran o, como bien se dice respecto al segundo, al ritmo que está dándose en otros países que también fueron presa de la avaricia de los brasileños y que encontraron abundantes socios en estas latitudes.