Mario Alberto Carrera
15 de agosto
Día de la Virgen de la Asunción, nueva patrona de Guatemala. Con el traslado de la cabeza del reino al valle de las Vacas, Santiago pasó a la historia y dejó de invocar la guerra desde su ecuestre escudo. Pero con Virgen o sin Santiago el reino sigue a oscuras. La Guatemala inmutable es como el Ser inmóvil. Aquí pasa de todo para que no pase nada, parafraseando al príncipe de Lampedusa, que tuvo la osadía de ir contra su propia clase, creando al personaje del conde Tancredi –en su novela El Gatopardo- donde se encuentra consignada la frase que hoy todo el mundo repite, pero que casi ningún guatemalteco se toma el trabajo de leer en el texto original.
Mas la Guatemala de Santiago sigue comandando las escogidas mafias de la élite nacional. Sigue ella –esa mafia dieciochesca y santiaguera- a la cabeza de la Colonia guatemalteca, inmóvil e inmutable como el Ser de Parménides. Ese grupo -que continúa los principios nigérrimos señalados en El Gatopardo- para hacer parecer que las cosas cambian con el consabido juego de “para que todo quede igual”. Esa es la forma de proceder de la vieja oligarquía nacional que condujo, hace dos años, a “sus” huestes a la Plaza, desde donde comiendo shucos y pitando con idiotas víveselas, creyeron -los conducidos como borregos por la vieja oligarquía de Santiago- que zurcieron un narrativa -de pacotilla- para tumbar a la Baldetti y al Tito Arias.
Y conmemoramos -“hoy” 15 de agosto- un traslado que tampoco significó nada, que nada cambió y que también entonces consolidó como siempre a la clase dominante del Siglo XVIII -de apellidos retumbantes como Valladares, Urruela, Aycinena, Arzú -y demás hierbas- que no son de la onírica marihuana.
24 de agosto.
Se habla mucho, se murmura más y se escriben leyendas y consejas, tras las puertas, como las de Valle Inclán -a quien casi plagia Asturias- tanto en el estilo como en las fuentes. Debemos leer Tirano Banderas para no redimensionar y no valorar demasiado ciertas cosas que no lo son, del tamaño que las dibuja nuestro imaginario nacional ¡tan carente de valores! Quizá por ello exageramos lo poco que tenemos.
Se rumorea que habrá “coup d’État” como diría Macron, si viviera en el reino inmutable de Guatemala. Reino de arzúes e irigoyenes, del despotismo ilustrado de Carlos III, quien muy tarde quiso congraciarse con las Colonias arrojando marquesados por doquier. Hasta Guatemala cachó uno…
Un golpe de Estado es cosa grave y no se da jamás sin el apoyo irrestricto de un ejército y el Ejército sigue al pie del cañón con Jimmy y con el ala más recalcitrante de la oligarquía, la del despotismo ilustrado del XVIII, la que sueña con Santiago ecuestre y con espada matamoros, si hay que “echar morongazos”. A pesar de haber firmado la paz. ¿Cuál paz? ¡Descarados!, si sigue la guerra de mareros después de la de guerrillas. Por las mismas razones.
Jimmy, el payaso más mentado del reino de Guatemala y el negrito más bonito de Amatitlán, cuando personificaba a Black Pitahaya. Un papel que le venía como guante por su prototipo de afro descendiente.
28 de agosto.
La cosa se ha puesto negra, como la tarántula de la Une: se rumorea golpe, amparos van y vienen y la CC se convierte en Atenea –que también era virgen, de allí viene el mito- y bajo su manto protector acoge a Iván. Que el Señor nos coja confesados. Amén.