Adolfo Mazariegos

Hace quizá un par de años leí un sugestivo reportaje en la versión digital de Diario El Mundo, de España. Un reportaje que llamó mi atención y que comenté en su momento más o menos por esa misma época. Aquella publicación hablaba de una suerte de protesta que realizó un fotógrafo mexicano (Edgar Olguín) quien, junto a un grupo de actores y actrices decidió llevar a cabo una manifestación a la que denominó «Iguala; desnudos contra el horror». Entre otras cosas, el texto decía: «¿Habrá quienes crean que mostrar cuerpos desnudos es una forma de reivindicar ya muy manida y fácil? Nos arriesgábamos a críticas sexuales y machistas, pero necesitábamos un grito fuerte para que la gente atendiera a la llamada. Vivimos en una sociedad con una doble moral». Esas pocas líneas, dichas por Olguín, describen con singular precisión una situación que no es ajena a Guatemala. Y no me refiero al caso concreto que motivó dicha manifestación, sino al hecho análogo que representa ese sentimiento de cansancio, hartazgo e impotencia con que, en muchos casos, convivimos en Guatemala con respecto a situaciones que ya son cotidianas y que se han ido convirtiendo en cuestiones preocupantemente comunes. Justamente por ello, me ha parecido éste un buen momento para traer a colación aquella iniciativa de Olguín, a manera de necesaria reflexión en una sociedad como la guatemalteca y en virtud de todo lo que actualmente acontece y que necesita esa especie de grito fuerte cual llamada de atención. La protesta que realizaron el fotógrafo y los artistas que en su momento le acompañaron para llevarla a cabo, consistió en la realización de fotografías de desnudos en sitios públicos (como buses del transporte urbano), escribiendo previamente distintas frases breves o hashtags en sus cuerpos antes de fotografiarlos para luego hacer la publicación correspondiente. Una de esas frases (o hashtags) era: #YaMeCansé, que no dejó de llamar mi atención porque usualmente (por lo menos en Guatemala) nos es muy fácil expresar aquello que nos molesta, pero muy pocas veces manifestamos nuestra disposición sincera a contribuir para cambiar aquello que está mal (hay excepciones, por supuesto). Las cosas que no caminan bien en un Estado es preciso cambiarlas, y estoy convencido de que, con voluntad y verdadero compromiso, hacerlo es posible. Como dicen los entendidos en la materia: el primer paso para solucionar un problema es reconocer que dicho problema existe. Y en ese sentido, en Guatemala conocemos ya suficientemente de nuestras problemáticas, de nuestras necesidades, nuestras falencias, nuestras adversidades; conocemos nuestras carencias y también nuestras limitaciones, pero asimismo conocemos nuestras capacidades, nuestra entereza, nuestros sueños, anhelos, aspiraciones… El guatemalteco es gente trabajadora y luchadora, capaz de superar cualquier obstáculo, lo hemos comprobado. Y puede decirse que ya se ha dado el primer paso diciendo reiteradamente «ya me cansé», pero, qué sigue. ¿Nos quedamos con eso o hacemos algo por superar como sociedad los problemas de este país?… Desde mi perspectiva, siempre hay algo que se puede hacer. Qué opina usted.

Artículo anteriorOktoberfest de Múnich sucumbe al mundo digital
Artículo siguiente“Cantos de sirena, en río revuelto” (I)