Juan José Narciso Chúa
Una llamada por la noche de algún día del año 1992, me conectó con su persona, se presentaba y a la vez me ofrecía una alternativa laboral, circunstancia que coincidió con que el trabajo de consultoría coincidía con un ofrecimiento de un querido amigo –Pavel Centeno–, ante lo cual Héctor me dijo: “eso no es más que una feliz coincidencia”, mientras seguimos platicando pormenores del trabajo. Para aquel año, yo recién me había reintegrado al país, luego de la beca en Estados Unidos y trabajaba para la antigua GTZ, hoy GIZ.
La coincidencia toma mayor sentido, cuando al otro día recibí otra llamada, de Rafa Flores, la persona a cargo de la consultoría que Héctor y Pavel me habían ofrecido con pocas horas de antelación y al final todo coincidía, así que a partir de ese momento, iniciamos un trabajo en conjunto con Héctor Villagrán que nos llevó por una jornada de casi dos años, buscando establecer un mecanismo financiero para un organismo regional. Esta oportunidad laboral facilitó una gran relación de amistad con Héctor, quien me llevó a trasladar su enorme experiencia y capacidad de negociación y hasta vericuetos propios de un consultor de largos años de trabajo, en sus alforjas.
Sin duda, mi vinculación y experiencia en la temática financiera, seguramente se potenció alrededor de la figura de Héctor, quien fue completamente abierto a compartir sus experiencias, a mostrarme sus trucos y a señalarme aquellos caminos que no se deberían de transitar. Recuerdo que Héctor había trabajado en la Banca Central por varios años, fue Presidente del Colegio de Economistas, pero aún antes también fue miembro de la AEU y me contaba sus anécdotas en estos espacios, en donde coincidíamos por mi entrañable relación con la Huelga de Dolores. Sin embargo, en su sentimiento centroamericano, el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE), le brindó la plataforma para fundamentar su reconocida trayectoria bancaria, llegando incluso a ser Presidente de este organismo regional.
Pude ver a Héctor cómo se desenvolvía en su trabajo. Se mostraba callado y pacientemente aguardaba para entrar en escena y cuando lo hacía desarrollaba una auténtica cátedra en los elementos de su intervención, con lo cual no sólo conseguía la atención, sino además conseguía el convencimiento de quienes le escuchaban. Estas cátedras se repitieron durante el tiempo que realizamos la consultoría, mientras yo complementaba sus presentaciones con mi aporte en términos de la redacción de documentos.
Este equipo que conformamos Héctor y yo, nos llevó a ganarnos la confianza del Director del INCAP en aquel tiempo Hernán Delgado, quien nos apoyó en todo el esfuerzo, junto con la Coordinadora del Proyecto a nivel de USAID, la responsabilidad nos llevó a viajar a diferentes países, ciudades, personalidades e instituciones de cooperación técnica y financiera. Así visitamos Panamá, Costa Rica, Honduras, Estados Unidos (Washington, varias veces y New York), conociendo experiencias similares a la que estábamos trabajando. Una vez, en Costa Rica, estábamos desayunando, cuando la conversación giró en torno a un suceso particular que yo conocía bien, pero que había evitado comentarlo, pero Teto me lo compartió con lujo de detalles, a cada hecho que agregaba, se le notaba más y más triste, hasta que con lágrimas en los ojos, me relató cuando una de sus hijas se sentó en sus rodillas y le rogó que buscara como terminar con esa pesadilla. No pudo continuar, se quebró completamente.
La última vez que lo vi, fue en el MUSAC en un homenaje que hicieron a Edelberto Torres, ahí pudimos platicar un rato y saludar a Marina, lo noté animado como siempre, me dijo, “se te quiere siempre en casa, pasá cuando podás”. Mi buen amigo Juan Pablo Ligorría tuvo la amabilidad de escribirme sobre el fallecimiento de Héctor, lamentablemente su mensaje no lo leí, sino después, lo cual me dolió muchísimo.
Así que al igual que esta columna, hoy llega tarde, pero quiero hacer un sentido homenaje para Héctor Villagrán, seguramente su figura hará una enorme falta entre los suyos y entre aquellos que lo conocimos. Cuando supe de su muerte, me quedé, tal como él solía decir: “como ratón después del primer escobazo”. Descansá en paz Héctor Villagrán, mi más sentido pésame a Marina y sus hijos. Hasta siempre gran Teto.
*Me han pedido que publique el siguiente anuncio: Consulta Popular de venezolanos en Guatemala. El evento se llevará a cabo en el Auditorio de la Zona Pradera, nivel lobby, entre Torre I y II, Boulevard Los Próceres, zona 10, el día domingo 16 de julio, de 7:00 am a 4:00 pm.