Por ALMUDENA CALATRAVA
BUENOS AIRES
agencia/AP
Martín Ogando revisa varias fotos con su abuela hasta que encuentra la de su padre, desaparecido en Argentina en 1976. La semejanza entre ambos, de piel clara y ojos azules, salta a la vista y prueba una vez más el peso de la genética.
Martín es el nieto 118 al que el Banco Nacional de Datos Genéticos (BNDG) confirmó su identidad en 2015, cuando comprobó mediante análisis genéticos que es hijo de Jorge Ogando y Stella Maris Montesano, quien dio a luz en uno de los centros clandestinos de detención que funcionaron en la última dictadura militar (1976-1983).
«Me hubiera gustado conocer a mis padres… Por lo que me cuenta mi abuela, me parezco a mi padre. Me dice que cuando camino soy igual», dijo Martín a The Associated Press sentado junto a su abuela Delia Giovanola, una de las fundadoras de la organización Abuelas de Plaza de Mayo y quien lo buscó durante 39 años tras haber sido arrebatado de los brazos de su madre.
La casa de la anciana de 91 años en las afueras de Buenos Aires está decorada con fotos de su hijo y nuera desaparecidos y otros familiares. Abuela y nieto tienen una relación afectuosa. Martín, de 40 años, ha viajado varias veces a Argentina desde Miami, donde reside y supo de su verdadera identidad meses después de hacerse una extracción de sangre vía consular ante la sospecha de que podía ser hijo de desaparecidos.
Martín contó que en noviembre de 2015, mientras estaba en su oficina, recibió una llamada de la Comisión Nacional por el Derecho a la Identidad, que colabora con el Banco en los procesos de identificaciones, para ser informado de que tenía una abuela que lo buscaba desde hacía tiempo.
El BNDG es resultado de la lucha de un grupo de mujeres que sufrieron la desaparición de sus hijos y nietos durante la dictadura. Los niños secuestrados junto a sus padres o nacidos durante el cautiverio de sus madres fueron en su mayoría robados por los represores que, en muchos casos, los criaron como propios o cedieron a allegados. Un total de 122 hombres y mujeres conocen su identidad hasta ahora y Abuelas calculan que unos 500 niños han sido criados por familias ajenas.
Este mes el banco cumple 30 años y sigue abocado a la identificación de hijos de las víctimas de la dictadura, en la que según organismos humanitarios desaparecieron 30 mil personas y cientos de niños fueron sustraídos de forma sistemática. Asimismo, asesora a países que desean identificar a sus propios desaparecidos.
«El banco es el primer caso de éxito de un Estado que lo crea por ley para reparar crímenes de lesa humanidad perpetrados por el propio Estado. No hay otros lugares donde esto haya plasmado una política para reparar crímenes de lesa humanidad», dijo a AP la doctora en Ciencias Biológicas Mariana Herrera, directora del BNDG, un organismo autárquico creado en 1987 y que funciona bajo la jurisdicción del Ministerio de Ciencia y Tecnología en un edificio en el centro de Buenos Aires.
El BNDG sigue muy activo: asesora a Colombia, Perú y El Salvador en la identificación de miles de personas desaparecidas. Con el primer país colabora, entre otras cosas, en la capacitación de técnicos de laboratorio. Al segundo le realizará un diagnóstico de capacidades instaladas y asesorará en la creación de su propia base de datos y al último le brindará ayuda para evaluar análisis genéticos en pos de la identificación de niños de ese país centroamericano que fueron adoptados irregularmente luego de la guerra civil.
Además, los directivos del BNDG se reunieron en 2016 en Buenos Aires con miembros de la organización que busca a los cientos de niños y niñas secuestrados por el grupo islámico Boko Haram en Nigeria y deseaban asesoramiento.
En los años 80, científicos de distintos países ayudaron a las abuelas a encontrar métodos de identificación cada vez más precisos y gestar la idea del banco. Las mujeres que antes del fin de la dictadura viajaron a Estados Unidos y Europa en busca de esos expertos querían saber si era posible determinar la paternidad mediante la comparación de muestras de sangre en ausencia de los padres.
«¿Cómo hacíamos nosotras? ¿Sangre de quién? Primero (había que) encontrar al bebé y luego la sangre de los padres que no había», señaló Giovanola, quien explicó que los familiares de los desaparecidos empezaron a dar sangre que pudiera ser almacenada y eventualmente permitiera identificar a los chicos sustraídos.
La estadounidense Marie Claire King fue determinante al definir en 1987 la manera de utilizar el ADN mitocondrial para fines de identificación. Ese ADN se hereda únicamente por vía materna y resultó muy útil al comparar las características de quien se hace el análisis con las de sus abuelas, hermanos, tías o tíos maternos.
La técnica perfeccionó la identificación que se había hecho previamente con estudios de grupos sanguíneos, proteínas séricas y antígenos de histocompatibilidad, los cuales tenían limitaciones.
Como especifica el libro “Una pregunta, 30 años”, del BNDG, un niño hereda de su madre biológica el mismo ADN mitocondrial y ella, a su vez, ha heredado éste de su madre y lo comparte con sus hermanos biológicos. De este modo, los nietos buscados comparten con sus hermanos y otros miembros de la familia materna el mismo ADN mitocondrial. Lo anterior es de enorme utilidad en los estudios de filiación en ausencia de los padres.
La institución fue pionera al crear una base datos con las muestras biológicas de las familias que buscaban a los menores para realizar comparaciones múltiples entre un niño y los grupos familiares cuyas muestras estuvieran almacenadas. En la actualidad posee información de unos 290 grupos familiares.
Mensualmente, unas cien personas con dudas sobre su origen acuden al banco, donde les toman muestran biológicas que son almacenadas y comparadas con las de familias que buscan a los chicos robados. “Es algo muy dinámico…Eso puede ser negativo hoy y el día de mañana completamos un grupo familiar o aparece una familia nueva (que busca) y tengamos ahí una restitución” de identidad, explicó Herrera.
Martín, criado como Diego Berestycki, se puso en contacto con Abuelas ante la duda de ser hijo de desaparecidos y tras la muerte de su padre de crianza. Éste, con quien mantuvo una relación estrecha, le había reconocido que era adoptado y había sido comprado durante la dictadura en una clínica de las afueras de Buenos Aires en la que —según le habían dicho— se vendían bebés.
“Me presenté en Abuelas (en 2015). Ellas vieron mi partida de nacimiento, que no era del todo creíble y mi historia y me dijeron ‘tenés que hacerte un ADN’”, dijo Martín.
El estudio de ADN fue compatible en 99,99% con su hermana Virginia y otros familiares cuyas muestras biológicas están almacenadas en el banco. La hermana biológica de Martín, fallecida en 2011, fue abandonada en una cuna cuando los represores secuestraron a la pareja Ogando-Montesano en su vivienda, por lo que la crió su abuela Delia.
“Encontré la verdad de mi vida, una verdad linda pero pesada”, señaló Martín, quien logró crear con su abuela “una súper linda relación”.