Francisco Cáceres Barrios
caceresfra@gmail.com

Es obvio que a nuestros diputados al Congreso de la República se les ha pasado por alto que llevamos tiempo de estar observando en la población claros signos de cansancio, hartazgo y desesperación. Ellos debieran de tener muy en cuenta que lo anterior, a lo largo de nuestra historia y la de tantos países más, ha traído como resultado eventos convulsivos e históricos trascendentales en los que el pueblo enardecido ha sido capaz de exponer su propia vida con tal de erradicar de manera abrupta, violenta y grosera aquellos males que le han venido evitando la satisfacción de sus demandas básicas de libertad, seguridad e independencia.

Sería inmensamente larga la lista de eventos que han provocado nuestros diputados para llegar hasta que la población ya no les soporte y que no los pueda ver ni en pintura, lo que de un momento a otro hasta podría provocar un linchamiento, con el mismo estilo que hemos podido apreciar en la captura de un delincuente que emprende precipitada fuga después de cometer su delito y cuando se le logra alcanzar, se hace prácticamente imposible aliviar, controlar o contener la reacción popular cargada de violencia atroz y espeluznante. Triste es reconocerlo, pero fueron tan funestos los últimos resultados electorales que permitieron llevar al hemiciclo parlamentario guatemalteco a la peor estirpe de politiqueros, jamás vistos en Guatemala.

Para la población no ha pasado en balde la inundación de personal innecesario en el Organismo Legislativo; el mal uso y empleo de plazas al gusto de cada diputado, con elevados y desproporcionados sueldos, la legislación más mal lograda de la historia con sinnúmero de errores garrafales; la más que evidente incapacidad de representantes en vez de llegar a proponer, discutir y aprobar medidas de beneficio para sus electores; la contratación de artificios ilegales, como el último descubierto en los Estados Unidos de América; la persecución de que han tenido que ser objeto por sus evidentes transgresiones a las leyes del país y el colmo de los colmos, el que ahora están torpedeando la elección del nuevo Procurador de los Derechos Humanos propuesto por una comisión ad hoc con todas las de ley.

¿Alguien duda que nuestros diputados no se hayan ganado a pulso la expulsión y hasta el linchamiento popular? Aunque en lo personal este aprendiz de escribiente por su formación sería incapaz de hacerlo, no podría dejar de decir a la hora que ocurriera tan desagradable desaguisado, que lo había advertido, porque durante los 17 meses transcurridos desde su elección no han sido capaces de hacer absolutamente nada que provoque lo contrario y que valga la advertencia, todavía están a tiempo de evitarlo.

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