Carlos Soto Pineda
“Vos sos buena gente, pero ya estás viejo y seguís igual, ya es hora de cambiar; en Guate (sic) tenés que ser “recio”, con carácter para poner a la gente en su lugar; imponete (sic), vos “noqueas” a cualquiera de una patada, pero no lo proyectás, por eso abusan de vos, no te cumplen los plazos de la entrega de las cosas por las que ya diste un adelanto, tratan de dar lástima para no pagarte la consulta o regatearte y eso que los curás “diuna” (sic), no los entretenés, sos un médico de los de antes, no lucras con el dolor ni con la angustia y zozobra ajena. Te vas desgastando y luego cambiás de actitud por un día y pagan las consecuencias quienes te quieren o no te la deben.”
Este fue un diálogo, monólogo o reprimenda de alguien que me aprecia, que me quiere y asumo le preocupa que yo sea de una especie en extinción, una rara avis, de los que no pueden ser prepotentes, ni rudos, algo habitual en los habitantes de este país, donde te piden un pago adelantado y todavía tienen el descaro de preguntar “¿no le urgen verdad?”, para asegurar el poder quedar mal, dar por vencido el tiempo, el plazo prometido de entrega de lo pagado, del producto o servicio ya comprometido.
Esta cultura del abuso va acompañada del chapuz, del timo disfrazado de “favor”, de ganga, de “ayuda desinteresada”, de la muletilla “sólo por ser usted”, “bendiciones, primero Dios se lo entrego en 15 días”; teniendo que ir a los 15 días exactos con la espada desenvainada, casi “bajando el canasto”, porque si se trata de que te hagan un traje –de vestir– ni la tela han cortado.
Para mi fortuna en esos momentos aciagos, donde me decepciona casi por completo el entorno social y profesional, viene a mi memoria, como rescatando el ánimo, la imagen de un Maestro, elegante, de aspecto despreocupado, culto, con quien –además de ser un referente de honestidad y profesionalismo–, compartíamos amenas tertulias junto a Don Arturo en el área de AGF´s (angiofluoresceínas) y revelado fotográfico, lugar donde encontraba la paz y confianza que a veces faltaba tras agobiantes jornadas de atención a pacientes en un ámbito hostil y de doble rasero.
Ahora que soy un orgulloso padre, que ve el crecimiento intelectual y moral de sus hijos, eso a pesar de ciertas cargas sociales y leves penurias económicas, agradezco a la vida por los padres que tengo y por haber conocido a un profesional de la Medicina de la talla del Dr. Gonzalo Alfonso Ortiz Woods a quien quisiera además de estrecharle la mano y darle un abrazo, decirle que ¡AL FIN! entendí su rótulo y lema de “OFTALMOLOGÍA NO COMERCIAL”.