Dra. Ana Cristina Morales Modenesi
Existen pequeñas cosas en la vida que nos ayudan a sentirnos acogidos por ella. Pero con frecuencia las menospreciamos, nos cuesta verlas, sentirlas y agradecerlas. Y son esas pequeñas cosas, las que nos invitan a vivir con alegría. La existencia se puede ir en un chistar de dedos y si no aprendemos a apreciarla, nuestra vida habrá sido en vano.
Meik Wiking, presidente del Instituto de Investigación sobre la felicidad y autor del libro Hygge: la felicidad en las pequeñas cosas. De acuerdo con su libro, la palabra Hygge significa bienestar. Y nos refiere que encontrar el verdadero placer de estar vivos se traduce en seguir siendo humanos, seres sociales que disfrutan de una conversación acompañados de una comida preparada con cariño, de un abrazo, de un beso y de un buen encuentro sexual, sin estar pendientes de la fría pantalla del celular.
Dentro de las pequeñas cosas podemos describir: un saludo honesto, recibir un mensaje, muestras de aprecio y de preocupación, el que alguien nos tienda la mano de manera genuina. Muestras de afecto, un abrazo, una sonrisa, una palabra de ánimo o de aprecio, algún presente, sentir la presencia y acompañamiento de otra persona. Y considero, de vital importancia, el saber apartarse de situaciones y de personas, que con piel de cordero, entorpecen nuestra existencia, tal vez, sin darse ellas mismas cuenta. Lo apachurran a uno y son fuentes de múltiples críticas, a tal extremo, que llegan a causar un sentimiento de inadecuación y de poco valía para nuestro ser.
Aprender, agradecer a todos y a todo. Es fuente de felicidad. Ejercitar nuestra capacidad de asombro. Ante la dulzura, la amabilidad, la inteligencia y la capacidad de percibir a otro ser humano, tal cual es, y aprender a aceptarlo, sin peros y sin porqués. Contemplar la naturaleza, la lluvia, un día soleado, un cielo sin nubes, un cielo con nubes, el oleaje del mar, los cantos de aves, la inmensidad del verde y del mar…
Nuestras expresiones de asombro van ligadas al sentimiento de sorpresa, de admiración y de respeto al observar y sentir, las grandezas que el mundo nos ofrece en su cotidianidad. A aprender a ver lo extraordinario en lo ordinario. A ver el mundo, con ojos de niño, dispuestos a descubrir y premiar nuestros sentidos, ante tales hallazgos.
El ejercitar nuestra capacidad de asombro es importante, ya que nos permite trascender de nosotros mismos, y escapar de una vida monótona y robotizada. Nos provee de esperanza y optimismo. Y es una fuente de gratitud, por lo que la vida nos da, sin ningún costo. El asombro impide al ser humano ser soberbio. Y le ayuda a trascender de sí mismo.
En la vida, de manera usual, es posible quejarnos frecuentemente. Y la queja le quita sentido a la vida. Para poder vivir mejor, cada quien tiene que responsabilizarse de sus actos, de sus errores, de lo que no ha realizado, de sus inercias. No se puede pasar toda una vida culpando a eventos y personas. Sin asumir que todos también hemos realizado elecciones.