Oscar Clemente Marroquín
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El presidente Jimmy Morales protagonizó un bochorno de amplia cobertura en la entrevista que el periodista Jorge Ramos le hizo para la cadena Univisión, dejando en evidencia su poca preparación para enfrentar a un entrevistador que planteó preguntas directas que ameritaban respuestas concretas y no ese estilo que pretende ser cantinflesco, pero que ni por asomo se acerca a la habilidad que tenía Mario Moreno para hacer enredos con las palabras. Sinceramente dio pena ver al Presidente de la República de Guatemala arrinconado y respondiendo tan pobremente a preguntas que de manera directa y concreta pudieron ser respondidas sin dejar lugar ni siquiera a repreguntas.
Obviamente el tema más notorio y espinoso para el presidente Morales fue el de las sindicaciones contra su hijo y su hermano, mismo que, como él dijo, en Guatemala enfrentó con la simple y llana afirmación de que de ese asunto no hablaría nunca, como no lo ha hecho. Hubiera bastado decir que el caso sigue su marcha sin interferencias suyas y que, de comprobarse la comisión del delito, aceptarán el fallo correspondiente. Pero el mandatario se metió a un berenjenal cuando empezó a analizar él las acusaciones contra sus parientes y sostuvo que lo que hicieron es algo que en Guatemala, en Latinoamérica y muchas partes del mundo es “normal” porque la corrupción ha llegado a ser parte de la vida de los pueblos.
Sostuvo que hay estudios y opiniones sobre cuán normal es en muchos pueblos el actuar contra la ley y hasta dijo que la gente se cuela en las filas como si tal cosa. El hecho de que haya mucha gente haciendo cosas indebidas no las convierte en algo normal y aceptable, sino que obliga a los referentes éticos y morales de cualquier país a trabajar más duro para cambiar las cosas. Los pueblos respetan la ley cuando tienen certeza de castigo si incurren en faltas o delitos y las autoridades son las llamadas a promover esa cultura de respeto a las leyes.
Cuando los ciudadanos cometemos un error y peor aun cuando incurrimos en violación de la ley, tenemos que asumir las consecuencias de nuestros actos ante la ley y eso es algo que le tenemos que enseñar a nuestros hijos y nietos como punto de partida para erradicar esa “cultura” de irrespeto e impunidad. Cuando vemos como normal esas cosas estamos alentando más la impunidad y ello explica la tenaz oposición que hay al reformar el sistema de justicia, porque ello significaría el fin de la perversa conformación de las Cortes que han ampliado ese modelo.
Y el otro tema mal manejado fue el del Hogar Seguro, puesto que el Presidente pudo haber explicado de otra forma lo ocurrido, sin sostener la sandez, no hay otra expresión, de que si fuera sancionado se estaría golpeando el orden constitucional o la democracia. La acción en su contra no fue solicitada por el Ministerio Público sino por unos diputados y tramitada, como corresponde, por el ente investigador que simplemente lo cursó de conformidad con la ley.
En una época de mediocridad política mundial el bochorno puede disimularse, pero no por ello deja de ser penoso.