Oscar Clemente Marroquín
ocmarroq@lahora.com.gt

Ayer se conoció el enfoque que la administración Trump está dando al Plan de la Prosperidad lanzado por Obama como eje de la política para contener la migración ilegal hacia Estados Unidos y en una columna publicada en el Miami Herald, los secretarios de Estado y de Seguridad Interna explican que se trata de replicar el Plan Colombia que fue tan exitoso para devolverle a ese país sudamericano la viabilidad luego de que la cooptación del crimen organizado había destruido la institucionalidad.

Los ejes en los que basan el plan son la mejora de la seguridad ciudadana, el fortalecimiento de las instituciones, especialmente de las relacionadas con el sector justicia, la transparencia, el desarrollo del capital humano y promover mayor dinámica del sector productivo. Evidentemente Guatemala fue el único país que no entendió los mensajes y prueba de ello es que los otros países incluyeron en su delegación a los Fiscales Generales, mientras que en nuestro caso toda la apuesta se hizo alrededor del plan del sector privado que plantea la inversión en infraestructura como el camino a la prosperidad sin considerar los otros factores.

Porque sin seguridad y justicia, sin transparencia ni desarrollo del capital humano, por mucha inversión que se haga en infraestructura no se alcanzará el objetivo. Primero porque sin transparencia esas inversiones serán objeto de la corrupción, como ha sido siempre en Guatemala y segundo porque el secular abandono del desarrollo humano es un freno absoluto para el país.

Ayer circuló un informe del empresariado sobre la situación del país en el que hacen énfasis en la «debilidad» de los casos contra la corrupción, que califican como casos políticos o mediáticos, en cómo eso ha frenado la actividad económica del país y en la falta de condenas por los procesos iniciados. No se menciona, en absoluto, el retardo malicioso de los juicios ni la resistencia obtusa a reformar el sistema de justicia.

Evidentemente la miopía afecta tanto a la dirigencia tradicional como la nueva y moderna porque no atinan a entender el sentido del concepto de dinamizar al sector productivo. Dinamizarlo no quiere decir simplemente darles recursos para seguir haciendo negocios, sino adaptarse a las realidades locales y globales para entender que los desafíos actuales no pueden enfrentarse con viejos y caducos modelos.

El caso es que habrá menos dinero para el Plan de la Prosperidad que girará alrededor de ejes que no son compartidos por influyentes sectores que no se interesan en el fortalecimiento institucional porque les cae muy bien tener un Estado débil y maltrecho. Estados Unidos invertirá más en la construcción de muros que en la prosperidad de estos pueblos, pero hará más fuerte su apuesta por temas como el de la lucha contra la corrupción y a favor de la transparencia porque entienden que en las condiciones actuales no hay dinero que alcance por la forma en que se dilapidan los recursos mediante la corrupción.

Preocuparse por mantener un status quo agonizante es un gravísimo error y pareciera como si en Guatemala no entendemos lo que está pasando.

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