Carlos Soto Pineda
En Guatemala pasan dos años y se retroceden 40… Muchas personas niegan, abjuran de las ideologías, -las tildan de caducas- por ignorancia, maledicencia, interés o aviesas intenciones, hablan, escriben o «twitean» de ellas con un pavor intrínseco, escondido, disfrazado de prepotencia, bravuconería, o sapiencia Coelhiana… como respuesta al temor u odio visceral de que se active la «lucha de clases”, y con esto se produzcan cambios que afecten sus privilegios y se trate de revertir la desigualdad abismal existente en este país.
Los acontecimientos actuales, donde se tiende a criminalizar las protestas sociales -las consideradas políticamente y socialmente “incorrectas”-, a las organizaciones o movimientos campesinos reivindicativos, a las consultas populares, y se encarcela a los dirigentes de los mismos, o se realizan “operativos” masivos de allanamientos y capturas de Defensores de Derechos Humanos, con el consabido despliegue excesivo, ostentoso de elementos de las “fuerzas del orden público” y resonancia excesiva, vulgar mediática -usando su terminología- de los medios “cooptados”; son reflejo de una estrategia cuidadosamente planeada -una “regresión” a la época de los regímenes militares-… y hoy, por “fortuna” al menos inicial, -no los asesinan-… comienzan con la persecución de los líderes visibles identificados por su protagonismo y por ende más vulnerables, para convertirlos en presos políticos, maquillando los procesos judiciales con cargos de delincuencia común, por faltas, responsabilidades civiles o achacándoles causas sujetas a persecución penal.
La protesta social es un derecho que no debe ser criminalizado y para “variar” la Clase Media -la mayoría de ésta reaccionaria- “viviendo en su nube”, en su burbuja flanqueada por talanqueras, garitas con sicópatas uniformados portando escopetas, alambre espigado (razor ribbon) o si está “situada” en la clasificación media baja, custodiada por su chucho famélico, desnutrido como su intelecto y capacidad crítica; es quien más la vitupera y ataca.
Platicar con cualquier exponente de este estrato social -casi la generalidad- es intentar tratar de debatir con un zombie o con un “brocha” después de un altercado de tránsito, pues “anda” violento, frustrado, ensimismado con el teléfono “inteligente”, agobiado por el mísero sueldo, la sobreexplotación laboral -la flexibilidad que no entienden, pero que viven en carne propia- y las deudas.
Esta Clase Media, la que vota -y nos jode a todos- votando en contra… -“en contra de los que están a favor y a favor de los que están en contra”-, “para que siga la obra”… si la obra del latrocinio, o por “el menos peor”, y que cuando lo hace por alguien que representa su modelo ideal a seguir, perteneciente al entorno o estrato social al que aspira pertenecer (“subir”)… sale peor que los anteriores.
Una clase media que cree que lo sabe todo -por estar actualizada por y en las redes sociales- que se vanagloria de ya haber participado en una “gesta cívica” porque se asoleó o mojó un ratito en la plaza, porque se puso su camisa blanca, sombrero chilero o escribió sandeces en una cartulina, no es más que una clase media… sí, media tarada como diría la Mafalda.