Edgar Villanueva V.

Hace dos semanas tuve especial complacencia en presenciar, en el Salón Mayor del histórico Paraninfo Universitario, la clausura del Tercer Festival “Primavera Coral”, en el cual nueve agrupaciones deleitaron a los presentes con una inolvidable audición coral, cerrado en forma magistral por el Coro Guatemala, preciado patrimonio cultural de los guatemaltecos. En la columna Presto Non Tropo (Prensa Libre 14 de mayo 2017), el distinguido Paulo Alvarado se refiere al festival, exaltando el esfuerzo en el montaje de tan importante acontecimiento, pero indicando lo siguiente: “Gran mérito tienen quienes mantienen viva la llama del canto en coro pese a que Guatemala entre sus múltiples traumas, es una nación que no se expresa cantando ni por tristeza ni por alegría.”

Sin ánimo de polemizar, creo que, quienes por obligada instrucción, afición o ejercicio de profesión conocemos la historia del canto guatemalteco, hemos tenido otra experiencia. Los guatemaltecos somos música y canto desde las manifestaciones de la cultura maya hasta su fusión con la cultura musical española y afrocaribeña y el surgimiento de nuestra tradicional marimba, que contiene un entrelazamiento conceptual de cada una de las culturas.

Ya en la época contemporánea resalta la fundación del coro del Conservatorio Nacional en 1935 con sus conciertos transmitidos en vivo por Radio Nacional TGW la Voz de Guatemala. Años después, en 1942, el maestro Oscar Vargas funda el Coro Guatemala el cual, en 1954, pasa a formar parte de las Agrupaciones Artísticas del Estado integrándose al Ballet Guatemala y a la Orquesta Sinfónica Nacional. Para la década de los 50 los grupos corales estaban esparcidos por toda la nación como actividad obligatoria de la red de Institutos y Escuelas Normales para Maestros de Educación Primaria, en la Centenaria Escuela Normal y en los Institutos para señoritas Belén e INCA, los cuales fueron viveros de voces para las cien voces que integraban el Coro Internormal, fundado e impulsado por el maestro Antonio Vidal.

Tuve el privilegio de pertenecer al Coro Internormal y recuerdo que tenía un variado repertorio de interpretaciones clásicas, tradicionales y folklóricas guatemaltecas. Pero, sobre todo, recuerdo el Tercer Festival Centroamericano de Arte y Cultura celebrado en Antigua en 1955, cuando por primera vez fue presentada íntegramente la Novena Sinfonía de Beethoven. El cuarto movimiento, la coral, fue interpretado en alemán, por cuatrocientas voces, incluyendo al Coro Guatemala y el Internormal. Antes de iniciar el concierto, se creía que el coro sería dirigido por el maestro polaco Hion Cubisheck, jefe de la delegación salvadoreña, pero a solicitud del Jefe de Estado de la época, el honor recayó en el maestro Andrés Archila, director de nuestra Sinfónica Nacional, quien recibió la batuta en medio de una sonada ovación del numeroso público asistente.

Por estos ejemplos y experiencias soy firme creyente que los guatemaltecos somos una sociedad milenaria que siempre ha cantado y reído por nuestras alegrías y llorado por nuestras tristezas. La balanza se inclina por lo primero, “Cantamos por no llorar y el que canta su mal espanta.»

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