Lic. Douglas Abadía Cárdenas
douglas.abadia@gmail.com

Continuando con este interesante ensayo, soy de la opinión de que todos debemos cooperar para avanzar y no seguir obstaculizándonos unos a otros, como el clásico ejemplo del canasto u olla de cangrejos. La sociedad demanda una mejor calidad de vida, acceso a bienes y servicios, a desarrollarse y crecer sin límites en el plano profesional y personal. Tanto el sector privado como público deben de velar porque el país avance, lamentablemente es típico debido al poder económico que cada sector busca alcanzar hacer las cosas diferentes a lo tradicional pues somos de la creencia que el mundo es de los vivos y no apostamos por romper esquemas, hacer las cosas diferentes en aras de mejorar. Podríamos afirmar que a lo largo de toda la historia los conflictos se han resuelto típicamente en dos formas: violenta y pacífica o amigable. Entre estos dos extremos se dan matices intermedios que conjugan ambas formas.

En nuestra realidad prevalece la violencia como la forma de resolver conflictos de cualquier tipo, debido a que nuestra historia nacional nos ha marcado como personas con bajos niveles de tolerancia, además de querer imponer nuestras ideas a toda costa, no generar consensos, escasez de diálogo; lo cual lleva a generar muchas veces conflictos innecesarios.

A modo de preconclusión podemos afirmar que lamentablemente en nuestro país el tema de la conflictividad social parece que nunca acabará, pues cada vez son más los grupos de ciudadanos inconformes por diversos temas como la salud hasta por una mejora salarial, además de los conflictos socio ambientales como el abordado en este ensayo.

Contamos a la fecha con 33 potenciales conflictos que pueden desencadenar y sacar a luz una serie de deficiencias y sobre todo debilidades en las instituciones gubernamentales que dependiendo su campo de acción están de alguna forma vinculadas en cuanto a identificar, analizar y resolver los diversos conflictos ocurridos en la tierra de la Eterna Primavera.

Es urgente apostar por partidos políticos que se comprometan a tratar todos estos temas que generan más odio, resentimiento y revancha en la población guatemalteca, además de evitar perder vidas humanas como esfuerzos que se pueden aprovechar en otros temas para sacar adelante a toda la sociedad.

El conflicto se puede definir como la situación que opone uno o varios estados con otro u otros, o con grupos de individuos o también con individuos aislados protegidos por el derecho de gerentes, respecto de la satisfacción de un interés simple o por la existencia, extensión o ejercicio de un derecho.

El Estado de Guatemala ha sido débil o casi nulo en términos de generar las condiciones necesarias para evitar que existan elementos subyacentes dentro del tema de la conflictividad social en el país.

Los principales detonantes de estos dos conflictos son la falta de información y diálogo sobre la aprobación de licencias de proyectos extractivos y generación, trasporte y comercio de energía eléctrica porque no deja a los inconformes ni siquiera un foco de alumbrado para sus casas; pero sí la amenaza de desalojos, corte del agua para sus comunidades y la criminalización de las protestas.

Los principales focos de conflictividad por la construcción de hidroeléctricas están focalizados en los departamentos de Quiché, Alta y Baja Verapaz. En esos lugares se encuentran los proyectos llamados Kambalam, Renacer, Santa Rita, Sulin, Xalalá, Chixoy y recientemente Oxec según la PDH.

Recomendaciones
Fomentar en la población técnicas de diálogo, negociación y mediación para evitar desencadenar conflictos de cualquier índole.

A las autoridades de turno realizar mapas actualizados de conflictividad social en toda la República para prevenir potenciales conflictos.

Planificar el desarrollo económico en el país.

Fomentar la consulta popular en donde se desarrollarán los proyectos de impacto ambiental.

Artículo anteriorLa presunción de culpabilidad
Artículo siguienteEn el Día del Padre: mi abuelo