Pero impulsar una reforma constitucional o el establecimiento de una Asamblea Nacional Constituyente nos tiene que obligar a pensar en quiénes serían los encargados de meterle mano a los artículos que mandan el ordenamiento estructural del Estado. Porque los mismos que han estado manejando las Comisiones de Postulación serán, sin duda, los primeros en estar atentos a tomar sus posiciones para decidir sobre la Constitución.

El Congreso de la República, que debería ser el foro político por excelencia, se ha convertido en el foro de la marufia y no creemos que haya un guatemalteco con decencia y dos dedos de frente que quiera confiarles a los diputados el poder de hacer esos cambios.

Pero lo mismo pasa con los partidos políticos que no tienen ni la auténtica representación ni la legitimidad para plantear que defienden un lineamiento claro y que si fuera el caso que asumen un compromiso de no abusar de su poder ante una potencial reforma, no hay ni un solo hecho que nos diga que lo van a cumplir.

Hay que cuidar qué es lo que se pide porque la ley que se estableció para hacer que la academia nos ayudara a contar con un procedimiento más transparente que nos dejara que las instituciones del Estado tuvieran a personas comprometidas con la institucionalidad del país, terminaron siendo el medio perfecto para que se hiciera el rescate del control que habían ido perdiendo los grupos oscuros del poder.

Y al fin y al cabo, es lo mismo que pasó con la “apertura” de 1985, porque lo que se planteó como un sistema para otorgar una representación real al ciudadano por medio de las elecciones, terminó siendo la excusa para decir que vivimos en una democracia que no es más que una competencia entre financistas para ver quién es el dueño del próximo presidente.

No podemos ir a la ligera en esto de la reforma porque se tiene que ver lo que nos ha pasado. Hemos amarrado los perros con chorizos. Necesitamos cuidar las formas y necesitamos ser muy repetitivos con lo que nos ha pasado porque es una burla hacia todos los guatemaltecos.

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