Nos imaginamos que pese a la consternación mundial que ha causado la decisión de Washington de abandonar el Acuerdo de París para combatir el calentamiento global, en Guatemala habrá sectores de poder que están encantados con la medida porque para ellos hablar del medio ambiente es como un insulto y lo consideran como un discurso izquierdista, no obstante que los países de todo el mundo, con excepción de Nicaragua y Siria, suscribieron el tratado. En nuestro país, como resultado de la incomprensión básica de la cosmovisión de los pueblos originarios respecto a recursos como la tierra y el agua, hasta en el tema del ambiente nos hemos polarizado radicalmente y una discusión que debiera ser científica, cae también en ese maniqueísmo entre la izquierda y la derecha.
En un país donde se considera una bendición carecer de una efectiva ley de aguas que regule el uso de los caudales hídricos, es natural que se sienta satisfacción cuando se ve la atropellada decisión de un troglodita que simplemente ignora la ciencia y decide con el hígado, como está siendo ya su costumbre y tradición.
En cambio, en el resto del mundo hay hoy enorme preocupación por lo que puede representar esta decisión adoptada por el presidente Donald Trump, al dejar sin efecto el compromiso que adquirió su país, bajo la administración de Obama, para combatir las causas del calentamiento global. Las reacciones han sido de total rechazo, no solo de los países sino de instituciones y empresas, incluyendo a las que comercializan combustibles fósiles, porque todas estaban apostando seriamente a la inversión en fuentes de energía no contaminantes y que no dañen el ambiente.
Aún en Estados Unidos la reacción ha sido contraria a la decisión presidencial, puesto que hay verdadera preocupación por lo que pueda ocurrir. Cierto es que no será inmediata la salida de ese país del acuerdo contra el calentamiento del planeta, pero de todos modos se estima que la inclusión de Estados Unidos, luego de sucesivos fracasos en épocas previas, había sido el gran paso que se dio en París para hacer efectivos los acuerdos previos, como el de Kyoto.
El peso del conservadurismo que niega sistemáticamente el carácter científico de los análisis sobre el calentamiento global ha sido importante en Estados Unidos, como lo es aquí, donde también son muy fuertes los sectores que pretenden mantener la total tolerancia a hechos que en otros países se consideran como causantes de irreparables daños para la Tierra y, por supuesto, para la misma humanidad que pagará las consecuencias tarde o temprano.







