La declaración de Salvador Estuardo González, “Eco”, no sólo hunde a quien fuera su patrona, Roxana Baldetti, sino que, además, la pinta de cuerpo entero como la persona arrogante que usó el poder de forma insolente, convencida sin duda de que duraría para siempre gracias a la fortuna que de mala manera fue acumulando en el transcurso de su paso por la política del país. Y nos demuestra cómo es que el modelito nuestro no sirve más que para que ese conglomerado de nuevos ricos se burle de la gente y de sus necesidades porque todo, absolutamente todo, gira alrededor de la voracidad por levantarse hasta el último centavo del erario.

La “inversión” para tener su propio medio de comunicación con Siglo.21 y Al Día es prueba fehaciente de la utilización de los fondos públicos para ir aumentando su emporio comercial y, de ajuste, tratar de influir en la población para mantener poder político aún después de abandonar los cargos. Baldetti estaba convencida de que sería factótum en la vida del país muchos años después de su paso por la Vicepresidencia y no tuvo ni siquiera el cuidado de guardar apariencias, sino que simplemente de manera cínica y abusiva hizo los desplantes que se le vinieron en gana, sabiendo que la sangre de horchata de nuestro pueblo la dejaría gozar eternamente de su bienestar.

Por fortuna menospreciaron el trabajo de la Comisión Internacional Contra la Impunidad en Guatemala y del Ministerio Público, error que les colocó finalmente donde ahora se encuentran, retrasando los procesos ad infinitum porque saben que el tiempo opera en su favor. La ciudadanía ya parece haberle dado vuelta a la página y no se inmuta ante la forma en que se están entrampando los procesos.

De hecho no nos inmutamos ante nada, porque resulta que antes de Baldetti estuvo la vieja política, actuando con la misma prepotencia y arrogancia, mientras nosotros, pueblo, aguantamos que el dinero que debería servir para la inversión pública y para atender necesidades de la población, termine en los bolsillos de esa lacra de gente que ha pasado por el poder. Y como no nos interesamos en cambiar las cosas de fondo y de manera profunda, pues seguiremos acogiendo en las posiciones importantes del país a pícaros que únicamente están pensando en hartarse con el dinero que debiera servir para nutrir a nuestros niños que están en abandono y sufriendo, literalmente, hambre y miseria. Es culpa de esos sinvergüenzas, pero ahora más que nunca es válido el adagio de “Cada pueblo tiene el gobierno que se merece.”

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