Luis Enrique Pérez

Por lo menos hasta ahora, el presidente de Estados Unidos de América, Donald Trump, no cree que haya un calentamiento global, provocado por el dióxido de carbono que produce el ser humano. Hasta se ha burlado del presunto calentamiento global.

En noviembre del año 2012 declaró que «…el calentamiento global fue inventado por los chinos» para que la industria de Estados Unidos de América ya no sea competitiva en el mercado internacional». Esa industria no sería competitiva porque reducir o evitar la producción de dióxido de carbono incrementaría el costo de producción. En octubre de 2015, Trump declaró que «en Nueva York había mucho frío» y que podía serle útil una gran «dosis de calentamiento global».

Christine Toda Chiman fue administradora de la Agencia de Protección Ambiental durante el gobierno de George W. Bush. Renunció presuntamente por la hostilidad de los llamados «escépticos» climáticos, que son aquellos que no creen que hay un calentamiento global, o creen que si lo hay, el ser humano no es la causa, aunque sea un cuantioso productor de dióxido de carbono.

Christine Todd Whitman ha afirmado que, sobre el llamado «cambio climático», el gobierno de Trump puede ser peor que el gobierno de Bush. El motivo por el cual la mencionamos no es precisamente su creencia en un calentamiento global provocado por el ser humano. La mencionamos porque incurre en una falacia que suele denominarse «ad populum». Empleamos el término «falacia» en sentido estricto, es decir, para denotar un argumento no válido, que es aquel cuya conclusión no necesariamente se infiere de sus premisas.

He aquí la falacia: «El 97% de los científicos dice que el cambio climático es real y que es causado por los humanos… Dar crédito al 3% que dice lo contrario es una manera de subvertir la confianza del público en la ciencia y en los gobernantes». Estas afirmaciones pueden ser expuestas como un argumento, de esta manera: «el 97% de los científicos cree que el calentamiento global es real y es causado por el ser humano, y el 3% cree que no es real o, si lo es, no es causado por el hombre; por consiguiente, ya que 97% es una proporción mayor que 3%, entonces la creencia del 97% de los científicos es verdadera, y la del 3%, es falsa.»

Ese argumento es una falacia, porque la conclusión no se infiere de las premisas. Efectivamente, esa creencia del 97% de los científicos puede ser falsa, porque la verdad de una creencia no depende de la proporción de personas que tienen esa creencia. Precisamente la antigua creencia en que la Tierra era plana, era falsa aunque, por ejemplo, el 99% de los científicos creyera que era plana; pero era verdadero que la Tierra era aproximadamente redonda, aunque solo 1% de los científicos creyera que era redonda. Y es falacia «ad populum» porque se pretende demostrar que una creencia es verdadera porque la mayoría tiene esa creencia.

Afirmar que creer en los científicos que niegan el calentamiento global, o lo admiten pero niegan que sea provocado por el ser humano, «es una manera de subvertir la confianza del público en la ciencia y en los gobernantes», porque esos científicos constituyen solo un 3%, es una estupidez descomunal, radiante como una estrella supernova. Con semejante afirmación, Christine Todd Whitman pretende que, en la ciencia, ningún científico debe discrepar de aquello en lo que cree la mayoría de científicos. Kepler, Copérnico, Galileo, Newton, Darwin, Planck, Maxwell, Einstein o Hawking, tenían que haber creído aquello en lo que creía la mayoría de científicos, para no «subvertir la confianza del público en la ciencia y en los gobernantes».

Ella misma, si fuese consecuente, pretendería que si el 97% de científicos cree en que, en general, no hay calentamiento global, entonces nadie tendría que discrepar de esa mayoría, para no «subvertir la confianza del público en la ciencia y en los gobernantes».

Post scriptum. En suma: según Christine Todd Whitman, en la ciencia no importa la verdad o la falsedad, sino aquello en lo que cree o no cree la mayoría de científicos, para mantener la «confianza del público en la ciencia y en los gobernantes.»

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