Con energía, ayer la fiscal general, Thelma Aldana, hizo público que de oficio se está iniciando una investigación para deducir responsabilidades contra todos aquellos que, en el ejercicio de la función pública, tengan algo que ver con más de un millón de menores de edad que se encuentran en condiciones de desnutrición por la severa pobreza con que viven sus familias.

Por supuesto, que muchos podrán decir que es normal que en un país con las condiciones tan complejas en que está constituido el nuestro al ser multicultural, plurilingüe y multirracial, se generen condiciones así para aquellos que “están acostumbrados a vivir en la pobreza”. Por cierto, muchos de los que así piensan son los que sienten “folklórico” o lindo para una foto el posar con los “pobres” con los que viven.

Pero la verdad es que el Estado ha fallado en su mínima función de garantizar la vida de sus ciudadanos y, además, de prestar los servicios mínimos con los que cualquier ciudadano tendría que tener el derecho de vivir.

Aldana confirmó que será ella misma quien dirija esta investigación y hay que darle todo el apoyo para que, sin excepción, los que han ejercido los puestos públicos sin la capacidad necesaria, sean responsables ante la ley.

Porque eso sí, para hacer negocios, entregar bienes del Estado o para manejar los megacontratos y concesiones con que muchos se hacen millonarios, todos han sido los mejores ejecutores y logran perpetuar, gobierno tras gobierno, sus mañas para generar el flujo del dinero producto de la muerte o la desesperanza de nuestra niñez.

Guatemala es un país terriblemente pobre que tiene que emprender políticas para resolver el problema de sus ciudadanos viviendo en extrema pobreza, huyendo del país para buscar alguna oportunidad en otra sociedad o quienes siguen muriendo por esa violencia tan irracional con que muchos se han acostumbrado a vivir.

Ya no podemos seguir solo viendo para el otro lado y esperar que a nosotros nos toque “un poco mejor” que a quienes están mal. Menos se puede seguir aspirando a ser el próximo que tiene el conecte para el contrato o, en el mejor de los casos para los largos, ser el “escogido” en el prostituido proceso electoral con el que se mercadea el poder.

El dolor y la indignación por los niveles de pobreza, discriminación, racismo y abandono con que vive nuestra población, debería movernos a todos más allá de aquello que llaman “La Plaza”. Esta indignación nos debería conmover y comprometer diariamente a no ser cómplices de una sociedad tan inhumana.

Artículo anterior¿Torpeza o simplemente desesperación?
Artículo siguienteNuevo acelerador de partículas ayudará a aclarar misterios