Guatemala ha tenido la característica de ser muy unida en las grandes catástrofes del pasado como el terremoto del 76, el huracán Mitch, la tormenta Stan o el caso del Cambray. Pero, lamentablemente, en la tragedia diaria que vivimos como país, somos demasiado individualistas y terminamos ignorando como sociedad los grandes problemas que enfrentamos y el sufrimiento cotidiano de mucha gente.
Hemos visto que la pobreza se sigue fortaleciendo en el país y que los grupos en mayor riesgo siguen siendo siempre los mismos, lo cual ya no nos genera la conmoción ni reacción necesaria para motivar y forzar a una agenda que enfrente el problema.
Entendemos que somos una sociedad y en general un Estado que se acostumbró a las prácticas de la corrupción y del enriquecimiento por cualquier medio y dejamos de ser solidarios para comprender que ese bienestar de muy pocos es la condena de los muchos.
La falta de solidaridad se nota al darnos cuenta que los compatriotas tienen que abandonar a sus familias para ir a buscar un mejor futuro a Estados Unidos, en un mercado laboral que les rinde más, pero en una sociedad que les trata muy de menos. Simplemente son ciudadanos dispuestos a riesgos, menosprecios, múltiples turnos laborales diarios y la separación de la familia con tal de generar algún beneficio por medio de oportunidades que no se pueden conseguir en el país. Pero para la mayoría termina siendo más cómodo solo ver las cifras de las remesas y relamerse los bigotes por la actividad económica que cubren con los miles de millones de dólares que inyectan.
Tampoco somos solidarios cuando conocemos de la violencia que nos ha venido desangrando, primero por el conflicto armado interno y luego por la urbanización de la violencia por medio de crimen organizado y las estructuras de extorsión hasta llegar a la tolerancia con la violencia doméstica, el sicariato y otras acciones violentas sin que haya más denuncia ni decisión de involucrarnos en finalizar esta cultura de la muerte.
Menos solidarios somos cuando en lugar de cuestionar a nuestras autoridades según sus políticas para el bien común, les entregamos un voto con un cheque en blanco por nuestra indiferencia sobre lo que debería ser las políticas de nación que se necesitan.
Guatemala está en tiempos que merecen mucha solidaridad. Tenemos que comprender que para recorrer el camino empedrado que tenemos por delante, debemos ayudar a todos los que traen las cargas más pesadas para que podamos avanzar juntos. Ha quedado demostrado que con la política del azadón, todos salimos perdiendo.