Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82
Somos un país que no cuida a su gente, eso está claro. La nuestra es una Guatemala que el año pasado dejó fuera de las aulas a 2.5 millones de alumnos (La Hora, 31 de enero de 2017) y que tampoco logró, en el 2015, vacunar a más del 59% por ciento de la población cuando en 2009 se logró vacunar al 71.2% de su gente (La Hora, 24 de abril de 2017), mientras del 2015 al 9 de marzo han sido asesinados 1,758 jóvenes por diversas causas.
El ser humano necesita salud para desarrollarse, educación para prepararse y no ser asesinado para poder recorrer el camino de la vida, pero ¿es eso lo que le estamos ofreciendo a nuestra gente? Somos un país cuyo principal producto de exportación es la gente y si a eso le sumamos la forma tan nefasta en la que, socialmente, atendemos a nuestra juventud, debemos concluir que el término Estado fallido se queda más que corto porque somos un Estado fracasado en sus funciones más básicas.
¿Qué país desarrollado ha alcanzado sus mejores niveles en condiciones como las que hoy tiene Guatemala? No hay nación en el mundo que haya podido darle vuelta a la realidad y para eso necesitamos apreciar a la gente, hacer ajustes profundos al sistema y cambiar la patética actitud social ante la realidad. Ayer asesinaron, de forma cruel, a dos jovencitas de 16 años del Instituto Nacional de Educación Básica (INEB) y como eran de instituto la gente ni se inmutó de lo ocurrido.
Para muchos jóvenes es más fácil y atractivo ser miembros de una mara que caminar por el sendero correcto de la vida y siendo esa una realidad, nos debemos voltear a ver hacia adentro para aceptar el fracaso y tratar de ver la manera de enmendar la plana.
Un país que no le ofrece esperanza a su gente, en especial a los jóvenes, es una nación condenada a terminar en ruinas porque estamos llegando a niveles que cualquiera diría “es tocar fondo”, “puntos de inflexión” o “momentos definitivos en la historia”, pero aquí no, aquí los asesinatos de ayer y lo que describí en el primer párrafo son cosas que adornan el paisaje.
Quizá si se vacían los colegios más caros de la ciudad o sus alumnos son los que no tienen acceso a la salud preventiva diríamos que el futuro del país está comprometido y eso es algo que simplemente no puede ser. Aquel que piensa en gente fuera de su círculo económico es tachado de socialista o izquierdista y eso explica la limitada visión que tenemos para reconstruir un país.
Se dice que se debe fortalecer la institucionalidad y la soberanía, pero la pregunta es a favor de quiénes y cómo, porque en las condiciones actuales solo le estamos echando gasolina a un almacén de pólvora y en algún momento estallará y cuando eso pase, que Dios nos agarre confesados aunque ese riesgo no lo quieren ver las clases dominantes del país.
Pero a pesar de ese horizonte tan gris que se mira, yo no estoy dispuesto a darme por vencido y creo que usted tampoco debería tirar la toalla porque eso significa renunciar al sueño de tener una Guatemala diferente. Quienes hemos tenido oportunidades debemos hacer un esfuerzo coherente e integral para que el espectro de oportunidades crezca y así hayan menos pobres, se fortalezca la clase media, asegurando a la vez que cada niño de este país tenga oportunidades. Una Guatemala tenemos, aquí nacimos y los hijos de quienes tenemos oportunidades o los hijos de los más marginados del país deben tener siempre las mismas posibilidades de desarrollo.