Es evidente que, como Estado en su conjunto, Guatemala ha sido incapaz de demostrar que los individuos, los ciudadanos, son la prioridad y menos que exista algún esfuerzo orientado a beneficiarlos.

Nuestra patética incapacidad para generar oportunidades ha obligado a millones de compatriotas a huir de nuestro territorio para, en algunos casos, buscar mejores oportunidades y en otras, escapar del riesgo de la violencia que amenaza a tantas familias.

Esos mismos ciudadanos a los que el sistema ha castigado más, son los que generan la mayor cantidad de divisas por medio de las remesas que significan más de 7 mil millones de dólares por año.

Guatemala sin esas remesas, hace mucho que hubiera literalmente quebrado, ya que no hay otra actividad productiva que genere esos ingresos económicos. Somos una sociedad exportadora de personas para que, con sus envíos de dinero a la familia, hagan viable un sistema disfuncional que se basa principalmente en la acumulación de unos pocos de todos los beneficios por medio de métodos ilícitos y el secuestro del poder institucional del Estado.

A eso le tenemos que sumar que los migrantes, los que envían esa monumental cantidad de dinero, son tratados con desprecio. Imagínese el lector el nivel de desprecio con que se les trata, que se nombra a cualquier pelele incapaz y deshonesto para que sea el encargado de la política que los proteja.

Colocar a gente de esa calaña en los puestos es parte de la cultura de corrupción que hay en el Estado de Guatemala. Pero colocar a alguien con ese perfil a manejar la política del migrante, es una falta de respeto y una verdadera ofensa para la comunidad chapina que vive en el exterior.

Es por ello que no nos cabe la menor duda que no existe una política seria de parte del Estado que atienda con responsabilidad el tema de nuestros compatriotas fuera del país y que todo pareciera parte de una muy tenebrosa política: Más crisis, más migrantes y más remesas.

A eso hay que sumarle que el incremento de la “exportación de individuos” hace que el Estado en su conjunto y la sociedad en lo particular, puedan evadir sus responsabilidades básicas. ¿Qué necesidad hay de generar oportunidades si ya las encuentran afuera? ¿Qué necesidad de mejorar el salario mínimo si con la remesa se complementan? ¿Qué necesidad de mejorar hospitales o escuelas si con la remesa se contratan “privadamente”?

En fin, el desprecio del Estado hacia los migrantes es evidente. Ojalá que algún día se le dé el valor real al aporte que le hacen al país.

Artículo anteriorEl presidente Morales y el futuro del país
Artículo siguienteWestbrook defiende a sus compañeros de equipo