Jorge Mario Andrino Grotewold
@jmag2010

Cada 22 de abril, el mundo celebra un día de la madre Tierra, con el propósito, según lo establece en su sitio web la Organización de Naciones Unidas, de fomentar la armonía con la naturaleza y así lograr un equilibrio entre las necesidades económicas, sociales y medioambientales de las generaciones presentes y futuras. La ONU estableció esa fecha en el 2009, luego de determinar que ya varios países del mundo lo celebraban, tomando en cuenta la Declaración de Río de Janeiro en materia ambiental del año 1992.

Alrededor del mundo y Guatemala no es la excepción, los recursos naturales y el ecosistema que vive en el territorio natural, son altamente apreciados, aunque también desafortunadamente no se valoran en su sentido real, sino solo material. Cada elemento de flora o fauna que encuentra en su hábitat un espacio para desarrollarse e inclusive algunos, mantener su especie, es amenazado principalmente por el ser humano, como primer gran depredador. Las estadísticas e indicadores no mienten ni engañan, aunque algunos prefieran no conocerlos u olvidarlos.

Pero el valor intrínseco al ser humano de un entorno ambiental sano, debe ser conocido y protegido por cada persona que habita el planeta, más aun los responsables de los países que cuentan con recursos naturales, como sucede en el caso guatemalteco.

Las condiciones actuales de los mantos acuíferos y las entradas de agua dulce en todo el territorio nacional están en alto riesgo, no solo por la producción y polución industrial, sino también por la falta de condiciones de saneamiento ambiental de una población que sigue creciendo, sin que se enseñe a proteger ese recurso hídrico. Pero los elementos socioambientales que se requieren para vivir adecuadamente en ese entorno (agua, tierra, minerales y animales) cada vez va perdiendo su sentido de pertenencia, y es visto por algunos, como subsistencia, mientras que para otros, como negocio.

Alrededor del mundo, el planeta se queja por el uso y abuso que se le da a sus recursos, que para algunos creen son de duración eterna, mientras que para otros que racionalizan y los valoran, son perdurables solo si se resguardan adecuadamente. Por ello, es triste conocer de los bosques quemados, las aguas contaminadas y los cielos con polución, porque su duración será corta y las futuras generaciones conocerán de ellos «por foto» como actualmente sucede con especies extintas.

Guatemala tiene la posibilidad de reconfigurar su política ambiental, que no sea solamente para proteger los recursos, que muchas veces riñe con su explotación social por necesidad. Debe encarar esa política con otras de desarrollo, como lo puede ser el turismo, y de esa forma incentivar a la población a cuidar su ambiente, pero con retribución que permee directamente en las comunidades, algo que una técnica de solo exigir, no está dando resultados. ¡Feliz día madre Tierra!

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