Isabel Pinillos
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La esperanza que alguna vez tuvieron algunos migrantes en el presente gobierno, al que le dieron su apoyo moral en la época electoral, se ha terminado de esfumar. Aquellos que siguen las noticias del país, no solo se sienten burlados, sino hasta traicionados. La desesperanza ha crecido en la medida en que ha prevalecido el amiguismo en instituciones y programas de fachada inoperantes. En los cargos relativos a la atención y protección de los migrantes hay quienes muestran no tener preparación técnica y que, incluso, llegan a trabajar en contra de los intereses de los paisanos que viven en el exterior.
En Guatemala, el hábito en la política de “apagar fuegos”, se llevó al sentido literal de la palabra, con la trágica muerte de cuarenta y un niñas carbonizadas bajo la tutela estatal, confiadas a funcionarios “amigos” del Presidente. Asimismo, al llegar el período seco, se dieron incendios forestales en todo el territorio nacional, los cuales no fuimos capaces de sofocar; fue necesario el auxilio de México y Honduras. Esta tragedia ecológica también pudo haber sido evitada oportunamente con voluntad política en implementar un protocolo de prevención de incendios, con su debida asignación presupuestaria.
¿Cuántos incendios más se tendrán que apagar en otras áreas de gobierno por la falta de planificación y ausencia de liderazgos técnicos y capaces? En el tema migratorio, también se intentan apagar los “fuegos” que genera el vacío institucional. Con las últimas revelaciones sobre cómo el gobierno decidió atender la atención al migrante guatemalteco, se evidencia no solo la incapacidad de gestar políticas que favorezcan a la población sino, además, se comprometieron las relaciones bilaterales con el país del Tío Sam. Dentro del contexto del plan Alianza para la Prosperidad y especialmente en la lucha en contra de la corrupción, está por demás decir que EE. UU. no será disuadido con una carta mal escrita en inglés, que pida la destitución de su Embajador en el país.
Este es el momento en el que el gobierno debe darse cuenta de que, después de año y medio de gestión, el problema migratorio sigue paralizado. Sin embargo, esto no podrá resolverse con los actuales nombramientos basados en compadrazgos que entrampan las gestiones necesarias, para proteger intereses personales. A veces me pregunto ¿cómo es posible que para optar a cualquier puesto laboral, los perfiles exigen una serie de requisitos académicos y experiencia mínima para ocupar una plaza, pero en el sector público, los más altos cargos son repartidos como piñata en feria?
Hoy los migrantes sufren un total abandono del Estado, y en donde están principalmente expuestos, es debido a la ausencia de documentos de identidad que puedan proveerles un puerto seguro, un vínculo con una patria, una garantía de ser guatemaltecos. Pero el Estado de Guatemala ni siquiera ha sido capaz de dar una identidad a los suyos, y es hasta ahora, cuando el daño se ha hecho, que comienzan a preocuparse por el abastecimiento de libretas de pasaportes para los guatemaltecos.
Así como fueron anunciados los incendios forestales en Petén a las autoridades ambientales, también se avisoran incendios para los migrantes, ante una política endurecida por parte de EE. UU., un aumento de deportaciones, la incapacidad en la ejecución planificada del voto en el extranjero, y una franca ausencia de un ente que logre dirigir la política migratoria nacional. El Ejecutivo debe liderar dicha política enfocada en las personas, su protección y su dignidad. Ya no podemos darnos el lujo de tener un Estado “bombero”, de ocurrencias y de improvisaciones.