Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
@ppmp82
Si algo predomina en la discusión nacional es la falta de argumentos sólidos para defender las posturas, y eso queda en evidencia cuando, cual vil cantaleta, se repite la necesidad que existe para que el Estado ofrezca certeza jurídica, pero esa intención de ofrecer certeza se aborda a medias o de forma malintencionada.
Hay una corriente que sin decirlo claro, a lo que se refiere es que no debe importar cómo se obtuvo una autorización (por ejemplo), pero que una vez se dio se debe respetar para «ofrecer certeza» y «no mandar malas señales a los inversionistas».
En otras palabras, se pretende algo tan absurdo como esto: Si a una persona la coaccionan a firmar la venta de su casa durante un asalto, y el ladrón logra que le inscriban el bien a su nombre en el Registro de la Propiedad porque «tiene conectes», bajo ese argumento de la «certeza» la casa le tendría que quedar al ladrón y esgrimirían que como ya le metió dinero a la casa, que la remodeló, que compró muebles finos y que entonces, para dar certeza es mejor dejarle la casa y hacernos de la vista gorda de cómo la obtuvo porque bastará decir que la firma del antiguo dueño consta en la escritura pública, sin cuestionarnos cómo se obtuvo.
Así de absurdo se oye cuando alguien esgrime la certeza para defender un acto que es producto de un hecho ilegal como pagar una mordida. De lo que en realidad debemos hablar es del sistema y de cómo este, con su putrefacción y secuestro, nunca podrá ofrecer certeza porque ganarán los más pícaros, los menos escrupulosos, quienes trafican influencias o financian campañas.
De eso milagrosamente «no se oye padre», porque eso no está en el script histórico de los discursos de algunos sectores, pero cuando vemos lo que hemos construido desde 1985 a la fecha, creo que es tiempo de darnos cuenta de que debemos cambiar el chip, concentrarnos en crear un sistema que de verdad ofrezca certeza.
Reconstruir el país u ofrecer certeza sin que las reglas del juego cambien es imposible; es tan absurdo como decir que un edificio se cayó por malos cimientos, pero que al levantar otro edificio sobre los mismos cimientos defectuosos, las cosas van a mejorar.
El gran problema es que el epicentro de todo cambio es el Congreso y ahí no pasa nada que pueda modificar el estado actual de las cosas. Vea el tema de la reforma al Sector Justicia, primero era que el derecho indígena servía de excusa y cuando les quitaron esa cantaleta, se hicieron la bestia para avanzar con la reforma porque saben que si fortalecen la carrera judicial perderán cuotas de poder en las Salas que es en donde se maneja de manera pura la impunidad y si no me cree, vean el voto razonado que se dio en la Sala Tercera y que tiene que ver con la libertad de Blanca Stalling.
De lo que si hay certeza es de que en estas condiciones no hay futuro. Hay certeza de que mientras no encontremos más terreno en común y nos enfoquemos más en lo que nos une que lo que nos divide, nunca lograremos articular consensos y sin eso, forzar el cambio es imposible.
Hay mucha certeza de que somos un país que deja atrás a su gente porque lo que manda y domina es la corrupción y la impunidad, y eso debe cambiar le pese a quien le pese y le duela a quien le duela.
No puede haber medias tintas, o estamos en contra de la corrupción o se es parte de ella. Así de sencillo.