Adolfo Mazariegos
Cuando se habla de una crisis de la democracia, para explicarla, aunque sea someramente, es inevitable remitirse a las características de esta y a la delimitación geográfica en la cual dicha crisis pueda estar teniendo lugar, en virtud de que (a pesar de que “el concepto democracia”, en el marco de las ciencias sociales, debe ser visto como un todo en función de lo que implica), en la práctica no es lo mismo hablar de una crisis de la democracia en alguno de los países miembros de la Unión Europea (por ejemplo) que en un país latinoamericano como es nuestro caso, muy a pesar de que la democracia, como la percibimos y como la hemos “aceptado” hoy día, debe ser vista sencillamente como democracia, no como otra cosa, muy a pesar del nivel de “desarrollo democrático” que haya alcanzado un Estado u otro. De esa cuenta es que usualmente se habla de la democracia de un Estado en particular, o de un grupo de países, o incluso de un continente, para tener así, de alguna manera, una suerte de parámetros de comparación dado que en la práctica y por diferentes razones, sería absurdo hablar en términos de igualdad o uniformidad (democrática) a nivel global. En ese sentido, es necesario hacer ver que la democracia está ligada directa e inevitablemente a la política, a la política en la práctica de los Estados, y a ese ejercicio de poder que puede diferir de acuerdo a determinadas circunstancias de temporalidad, espacio, recursos, tendencias, etc. Algunos autores han asegurado que la democracia (contemporánea, por adjetivarla adicionalmente de alguna manera) viene atravesando una crisis que data ya de algunas décadas atrás, independientemente de las razones o causas que la motiven; otros, por el contrario, renuentes a esa idea, indican que no existe tal crisis, sino que sencillamente los preceptos democráticos no han sido entendidos y por lo tanto tampoco han sido aplicados como es debido (¿?)… Yo, en lo personal, me inclino a creer que el principio democrático de las mayorías que en teoría debe dar sustento al sistema, sencillamente no ha podido fundamentar lo que debiera ser un verdadero sistema democrático en la práctica (democracia ideal versus democracia real), hecho que a la vez crea desconfianza e incertidumbre en los ciudadanos, quienes manifiestan dicha desconfianza y descontento de diversas maneras que pueden ir desde el abstencionismo en las urnas (democracia meramente procedimental), hasta manifestaciones masivas en las calles como se ha observado recientemente en distintas partes del continente. Los ejemplos están a la vista: Venezuela, Paraguay, Ecuador, México, Guatemala, y hasta Estados Unidos, han enfrentado recientes muestras de descontento popular que se constituyen en puntos de análisis importantísimos para el estudio de esa llamada “crisis de la democracia latinoamericana”, en la cual, por supuesto, también habría que analizar otros elementos y nuevos actores que, en la práctica, se han ido sumando inadvertidamente al juego político […]







