Lucrecia de Palomo
Hace unas semanas asistí a un Congreso donde se habló de los signos de los tiempos. Inició la charla con un recorrido sobre los sucesos de las últimas décadas en esta sociedad convulsa y global. Para mí, el hecho más sobresaliente de los mencionados, tal vez porque vengo pensando y hablando de ello, es la intencionalidad de grupos radicales de terminar con la familia. Como un plan bien estructurado se construyó paso a paso. Instituciones como la ONU, la Comunidad Europea, el Banco Mundial nos vienen interviniendo y marcado el camino hasta llegar al precipicio social en el cual nos encontramos.
Hablemos sobre El Cairo 1994 (y por supuesto Beijing 1995), la Conferencia Internacional sobre Población y Desarrollo. Auspiciada y coordinada por la ONU y su agencia, donde el presidente Clinton fue un protagonista con su apoyo incondicional. Asistieron más de 20 mil delegados. Entre los conceptos que se debatieron allí están “salud sexual” y “derechos sexuales”, “salud reproductiva”, y “derechos reproductivos”; donde el concepto y acceso al aborto fue la prima donna. Cito el planteamiento de la Santa Sede en su momento, sobre esos términos: “abarcan a la persona en la totalidad de su personalidad, su mente y su cuerpo, y que favorecen el logro de la madurez personal en la sexualidad, en el amor mutuo y en la capacidad de tomar decisiones que caracterizan el vínculo conyugal, según las normas morales”. Pero El Cairo lo planteó totalmente diferente, cayendo en el libertinaje.
Lamentablemente se difundió muchísimo más la tendencia que iba contra los principios morales y culturales de las naciones, propagándose con dinero de contribuyentes de los países “donantes”, por medio de las ONG (para muestra la fundación de Hillary Clinton), de tal manera que vino a dar el tiro de gracia a la familia que ya venía muy dañada desde el planteamiento de Teoría de Género (también por la ONU). Fue en El Cairo donde se habló y liberó la unión de “parejas”, dejando fuera el concepto de matrimonio entre mujer y hombre, popularizándose entre los jóvenes esta unión como la forma de entablar una relación. Hoy están a la vista los resultados que trajo a la familia y la pérdida de los valores morales, sobre todo el principio de todo valor: el amor.
Otro postulado de El Cairo 1994 fue asegurar la Educación Universal y tener para antes de 2015 la educación primaria completa, así como suprimir la diferencia entre la tasa de escolarización de los niños en la primaria y secundaria. Claro, este tema no era el fin de la conferencia, por tanto no se puso empeño en cumplirlo, pues de haberlo logrado tendríamos pensadores críticos que podrían haberse dado cuenta, por sí mismos, del engaño del punto anterior y por tanto, el apoyo económico que tuvo fue mínimo y los resultados a la vista de quién quiera verlos.
Este tejido perverso, diseñado y calculado por estas organizaciones internacionales, ha ido creciendo tanto como el sudario de Penélope; dio sus resultados y están a la vista. Hoy la familia y la educación están en crisis. Para muchas mujeres el aborto es tan simple como deshacerse de una “bola de grasa” que estorba y el leer y escribir es tan complicado como manejar un cohete a la Luna.
La mujer, pilar de la familia, perdió ese sentimiento sublime de la maternidad y con ello la sociedad se deshumanizó. Guatemala y sus jóvenes están viviendo una de sus mayores crisis existenciales. Los jóvenes sufren una destrucción espiritual que no les permite encontrar paz que es consecuencia del amor. Tenemos ante nosotros signos que no queremos descifrar y para mientras nuestros niños y jóvenes sufren su propia destrucción, el Estado los catapulta y los padres pierden la patria potestad de sus hijos. Los signos están frente a nosotros y no nos damos cuenta. Los responsables no están en prisión.