María José Cabrera
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Y es que si nos alcanzara el ébola, la crisis en Guatemala sería terrible, incluso me atrevería a decir que peor que en África, en donde comenzó la epidemia que se ha cobrado 3,338 vidas según datos de la Organización Mundial de la Salud y en donde, a excepción de limitadísimos casos, se han sufrido la mayoría de contagios.

El problema del sistema de Salud del país es solo una de las aristas que se tienen que analizar. Las estrategias tempranas para la mitigación del virus deben contemplar una serie de posibilidades que afectarían al país desde diferentes perspectivas.

La incapacidad de manejar la enorme dificultad que experimentaría el país y probablemente la región centroamericana, podría desembocar en una inminente migración en masa de guatemaltecos hacia Estados Unidos y otros países, lo que pondría al gobierno en otra encrucijada y agudizaría enormemente la crisis migratoria que es desde hace mucho una realidad.

Por otro lado, la actual situación del sistema hospitalario es espeluznante. Teniendo en cuenta que los hospitales no cuentan con el abastecimiento necesario para atender consultas externas regulares ni tratar enfermedades comunes, la posibilidad de siquiera tratar el ébola parecería una quimera. La capacidad de aislamiento de los pacientes y de atención adecuada sería reducida y el destino de los guatemaltecos expuestos, seguramente fatal.

La gravedad del ébola, no únicamente como enfermedad sino como generador de una serie de condiciones y consecuencias sociales, económicas y políticas, amerita que el tema sea tratado desde una perspectiva de Seguridad Nacional, tomando las medidas que sean necesarias para atacar el problema con una estrategia holística y no solamente aplicando mecanismos tácticos para intentar mitigar una epidemia que ha sido calificada por muchos como “fuera de control”.

La ineficiencia de los gobiernos, la poca visión y la corrupción nos condenan a ser incapaces de enfrentar las epidemias de una forma adecuada, incluso de contemplarlas como posibles y considerar un plan de contingencia antes de sufrirlas en nuestro territorio. La falta de condiciones e insumos en los hospitales nos recuerda constantemente cómo los intereses de unos pocos son más valiosos que la vida de miles de guatemaltecos.

Si el ébola nos va a llegar o no es imposible de predecir, la facilidad y rapidez de su propagación nos advierten, no obstante, que debemos empezar a prepararnos, quizá las primeras noticias de la epidemia en aquel lejano continente, debieron haber servido como advertencia para armarnos más que con una alerta amarilla del Ministerio de Salud. El peligro nos acecha y si usted es como yo, debe estar muriéndose de miedo. Ante la incapacidad de enfrentarlo y lo dañino que sería para el país, esperemos que no nos alcance.

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