Francisco Cáceres Barrios
fracaceres@lahora.com.gt

Que desagradable es comprobar que cada día se repiten más los malos comportamientos de personas, en especial de mujeres, que mienten con descaro sobre algo que merece general desaprobación. Hace pocos días nos tocó escuchar a la señora Roxana Baldetti cuando le pedía al juez que está a cargo de una de tantas acusaciones de que ha sido objeto, que no fuera trasladada a la Torre de Tribunales, ante las amenazas que ha recibido, pues cada vez que sale de la prisión en la que ha sido acomodada, su sistema nervioso se ve alterado al tener la sensación que algo malo le va a suceder. ¡Vean qué caso! Ella, quien por su culpa las mujeres guatemaltecas honradas y honestas viven toda la vida angustiadas, no digamos nerviosas por tener que movilizarse sin que nadie les pueda brindar las mínimas condiciones de seguridad, es quien ahora solicita otro privilegio más de los que se le han dado, a pesar de los gravísimos señalamientos de que ha sido objeto, en vez de darle gracias a Dios por no sufrir lo que en otros países se acostumbra de uniformar con vestimenta de colores llamativos a los procesados para su fácil identificación, como ser engrilletados de pies y manos.

Al poco tiempo, volvimos a escuchar a otra mujer, a la señora Blanca Stalling, a la que se le debió haber despojado del cargo y del jugoso sueldo que percibía en el momento de ordenar su captura, denunciando la cooptación del sistema judicial, cuando a la población le consta que ella, sus familiares y demás integrantes del grupo que ha liderado para su personal provecho, han hecho pedazos tanto la estructura, organización, métodos, sistemas y hasta la misma legislación vigente creada para una correcta, pronta y efectiva aplicación de las leyes en el país.

Sin embargo, a la población sí se le ha despojado del derecho a escoger con entera libertad a quienes tienen en sus manos los destinos del país, dejándonos boquiabiertos en vez de podernos plantar masivamente a exigir que se ponga de inmediato un ¡Hasta aquí! a tantos desmanes de esta clase de gente que, sin ningún escrúpulo y con absoluto cinismo, no solo ha dado rienda suelta a sus desmanes, sino se ha llevado entre los pies la gobernabilidad que requiere nuestro país para salir avante.

De ahí que nuestro planteamiento sea el de eliminar de tajo estos funestos precedentes sin más dilaciones, excusas ni pretextos, pues de lo contrario, las consecuencias seguramente que van a ser todavía más desastrosas para nuestra sociedad. No cabe otra solución más que recurrir a medios enérgicos para evitar el cinismo imperante en nuestras autoridades.

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