Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Cuando alguien dice que en Guatemala no hay líderes que estén dispuestos a dar un paso al frente por todo lo que ello implica, nos aparecen la doctora Escobar y las juezas Patricia Gámez, Ina Girón y Ana Díaz, a quienes las debemos conocer como las JUEZAS DE LA DIGNIDAD, denunciando un proceso que respondió a los intereses de quienes mandan en este país y aseguran el valladar de impunidad.

Lo que ellas hicieron merece mucho corazón y valentía, porque hemos tenido ejemplos de aquellos que atreviéndose a desafiar las reglas de un sistema que está cooptado hasta lo más profundo de su médula, han terminado siendo crucificados por los interlocutores de las mafias que a sueldo defienden la porquería.

Si tanto reclamamos y decimos que refunfuñamos sin consecuencia alguna, el llamado que nos hicieran las juezas y en concreto la doctora Escobar no puede quedar en el vacío. Esta será la prueba para medir si como sociedad somos parte (por indiferencia o complicidad) de la podredumbre del sistema o agentes de cambio dispuestos dar un esfuerzo adicional por el futuro de Guatemala.

Ahora, igual que con el Caso Lima, mucha gente dice que ya todo se sabía y nunca faltan aquellos que hasta mandando los saludos del Rey del Tenis, cuestionan el proceder de las juezas, pero eso solo nos sirve para ir marcando el territorio de aquellos que navegando con bandera de honrados, son más picaros que los mismos sinvergüenzas.

Todo se sabía pero no se hacía mucho. Ahora la Corte de Constitucionalidad, esa Corte que se vende al mejor postor, tiene en sus manos darle un giro al timón de la impunidad para encausar el rumbo hacía la creación de un verdadero Estado de Derecho en el que quien la haga, la pague o ratificar la ruta hacia la consolidación del secuestro judicial.

Estará por verse si el Procurador de los Derechos Humanos jugará las mismas cartas que su padre en la época de Jorge Serrano o se limitará a ser un espectador, pero más importante que eso, la última palabra la tendrá la ciudadanía que tiene una oportunidad de oro, una especie de “primavera árabe” para mandar un mensaje fuerte y claro a nuestras autoridades, un mensaje inequívoco de ¡YA BASTA!, de que ya estamos cansado de vivir siendo parte de un sistema en el que el más pícaro, descarado e inmoral, gana.

Gracias a las juezas de la dignidad porque nos ofrecen una oportunidad para demostrar si somos una sociedad harta o acomodada.

Que no le sorprenda que el llamado de las juezas no haga despertar a aquellos que supuestamente son los “buenos”, porque erróneamente pensarán que perderán el “control que tienen” al ser usuarios del sistema paralelo.

En realidad, no se han dado cuenta que más temprano que tarde, de seguir así, todos perderemos.

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