Edgar Villanueva

Hace algún tiempo mi padre me dijo una frase que se ha quedado conmigo desde ese momento: “el hombre inteligente aprende de sus errores, el hombre sabio aprende de los errores de los demás”. Me parece que no hay un autor reconocido de dicha frase, así que la tomaré prestada para analizar si estamos siendo inteligentes o sabios en la forma en que participamos e influimos en la conducción ciudadana de Guatemala. Veamos:

¿Aprendimos a elegir gente íntegra después de tener a un Presidente en la cárcel por aceptar sobornos? O, por el contrario, ¿lo recibimos como héroe nacional para lanzarlo de nuevo a la palestra política? Y después, ¿cuestionamos y denunciamos las redes de corrupción involucradas en el soborno? ¿O simplemente regresamos a nuestra vida diaria, esperando que el próximo fuera mejor?

De igual manera. ¿Aprendimos a votar por diputados capaces y no por los que regalaron pelotas y camisas durante la campaña, prometiendo cambios imposibles a diestra y siniestra? ¿O llenamos las curules de los mismos de siempre porque la corrupta forma de elegirlos para candidatos nos los puso en la boleta?

Y la lucha contra la corrupción, ¿nos ha enseñado a cambiar nuestra forma de operar y hacer negocios? ¿O estamos “pidiendo pelo” porque hemos sido cómplices de la corrupción y preferimos que siga el sistema viciado que tener que reconstruir totalmente nuestra forma de actuar?

Creo que no hemos aprendido, y como ciudadanos nos falta todavía un trecho por recorrer para tomar las riendas de nuestro país. Sin embargo, tampoco considero que debemos apretarnos el cilicio en penitencia de nuestra falta de deseo de cambiar, pues no todo el cambio está en nuestras manos y gran parte del problema reside en un sistema hecho para el tramposo y para el “vivo”.

¿Cómo no vamos a elegir presidentes corruptos si el camino a la presidencia está plagado de favores económicos que condicionan a cualquiera que llegue al poder? ¿Cómo no vamos a elegir diputados “rascuaches”, si la verdadera representatividad del pueblo es inexistente en nuestro sistema electoral y las candidaturas se venden al mejor postor? ¿Cómo no vamos a estar preocupados que “nos caiga” la SAT, si vemos cómo los corruptos toman ventaja en el mercado a través de trampas y “lagunas legales”?

No quisiera excusar a nadie con lo que describo, sino poner sobre la mesa que lo que tiene que cambiar es el sistema. Y para poder cambiar el sistema, tenemos que cambiar los ciudadanos y generar un movimiento cívico que exija tres cosas: rendición de cuentas, transparencia y el estricto imperio de la ley y de la Constitución.

Todavía estamos a tiempo para aprender de los errores y reencauzar el destino de nuestro país. Dependemos de nuestra disposición ciudadana para cambiar y para exigir los cambios estructurales que nos permitan materializar la democracia que buscamos. Seremos sabios si en el intento aprendemos de los países donde la falta de acción ciudadana está desmoronando los cimientos de la democracia.

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