Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt
Desde muy pequeño fui enseñado que una parte fundamental en la vida es tener la capacidad de verse uno hacia adentro con la intención de determinar las razones por las que se hace lo que se hace, ayudando así a lidiar con las consecuencias de los actos.
Y es que viendo algunas de las cosas que pasan alrededor y al darme cuenta que estamos gobernados (en los tres poderes del Estado) por gente indeseable, se me hace inevitable preguntarme y preguntarle a usted estimado lector, ¿qué papel hemos jugado en toda esta situación?
Cuestionamos el papel, la solvencia y la calidad moral de quienes nos gobiernan pero tenemos, forzadamente, que preguntarnos ¿por qué nos gobiernan? y para respondernos debemos por fuerza cuestionar el papel ciudadano que hemos jugado, puesto que ha sido este el que ha permitido que existan y se empoderen los que hoy criticamos.
Todo esto pasa porque parte de las deficiencias que nos ha dejado ser parte de un sistema cooptado es que nunca aprendimos a ser verdaderos ciudadanos y tenemos tan distorsionado el concepto que creemos que ejercer ciudadanía es ir a votar cada cuatro años aunque no nos parezcan las opciones, pero hay que votar “por el menos peor” y porque “es una fiesta cívica”.
En el pasado abundan los ejemplos y no me alcanzarían estas líneas para citarlos a todos, pero lo del pasado es lo mismo que el presente y por eso es que cuando vemos que una Blanca Stalling, un Jimmy Morales, un Oscar Chinchilla y una retahíla de alcaldes que nos quieren dar atole con el dedo, debemos entender que ellos llegan hasta donde nosotros como ciudadanos los hemos dejado.
Estoy tristemente convencido que tenemos el país, el sistema y los dirigentes que nos merecemos porque esa es la consecuencia a pagar por nuestra falta de ejercicio ciudadano. Siempre he dicho que aquellos que dicen querer cambios, pero que se meten en contra de vía para ahorrarse 10 minutos, al final del día no desean cambios porque el sentimiento que tienen es que el sistema cooptado perjudica en ocasiones pero haciendo un balance general, beneficia más de lo que perjudica porque se pueden hacer impunemente más cosas de las que se sufren.
Menuda tarea la que tenemos enfrente, puesto que eso de rescatar la ciudadanía es muy difícil dado que una parte fundamental del éxito de las mafias es la de haber quebrado el espíritu ciudadano de muchos que ya tiraron la toalla y se dedican a sobrevivir tratando de no “meterse a babosadas”.
Si este sistema se ha venido cooptando por años no podemos pensar que de la noche a la mañana las cosas cambien, pero tampoco podemos esperar cambios si nunca damos el primer paso en un sentido diferente.
Guatemala necesita muchas cosas para cambiar en todo sentido, educación, salud, seguridad y justicia, economía, finanzas, creación de oportunidades, rendición de cuentas y un enorme etcétera, pero nada de eso se podrá materializar si los ciudadanos, como primer y fundamental paso, no aprendemos a ejercer ciudadanía y empezamos a reconocer la gran cuota de responsabilidad que tenemos por la situación actual y por las autoridades que nos gobiernan.
Cada vez que nos quejemos, recordemos que nuestra permisividad les ha allanado el camino a las lacras que nos gobiernan y lastimosamente, tenemos lo que nos merecemos y lo que hemos cosechado por nuestra indiferencia.