Pedro Pablo Marroquín Pérez
pmarroquin@lahora.com.gt

Estoy convencido de que si deseamos tener una Guatemala diferente no podemos seguir en la misma ruta y por eso me hizo mucho sentido la columna de mi papá el jueves de «A la mierda los pastores que la Pascua ya pasó», pero una de las preguntas que se hace la gente es ¿Qué puedo hacer para incidir?

Primero creo que hay que entender que el nuestro es un problema estructural, de cooptación, en el que nuestras instituciones cumplen roles diferentes a los que deberían; esa ha sido la constante en nuestra historia, pero no hemos logrado romper las cadenas del mal, porque los que operan el verdadero poder han tenido la capacidad de reinventarse cada vez que se asoma un fantasma de cambio.

Eso ha hecho que, como en el 2015, cada vez que hemos tenido alguna oportunidad de cambiar, las cosas terminan igual o peor porque la gente que no desea cambios es tan habilidosa que logra hacer lo suficiente para «dar la apariencia» de que algo cambia cuando solo se aseguran de consolidar los males y las mañas.

Y por eso es que estoy convencido que esto que vivimos ahora nos vuelve a dar una revancha, una oportunidad de enderezar el rumbo, pero no podemos fallar y eso es sinónimo de que no podemos volver a repetir la misma receta de pensar que con unas cuantas idas a la plaza será suficiente.

Esta vez tenemos que tener la capacidad de hablar y unirnos más allá de las redes sociales, estamos llamados a hacer trabajo de organización comunitaria, rural y urbana, que permita encaminarnos a la ruta de ejercer ciudadanía. Tenemos que tener la habilidad de hablar con nuestros familiares, vecinos, compañeros de trabajo para encontrar una ruta común, denunciar los males y hacer propuestas que nos ayuden a salir del atolladero.

En este proceso vamos a encontrar maneras distintas de pensar y eso es válido, pero lo que no cabe, lo que no se puede y para los que no hay espacio, es para aquellos que con tal de proteger sus intereses, los gremiales, los de sus clientes y patronos, quieren cambios siempre y cuando no les afecten a ellos. Y digo que no caben porque hay una regla de oro y es que siempre que alguien anteponga sus intereses, buscará privilegios y para mantenerlos siempre será necesario sostener un sistema como el nuestro.

Una vez encontrada la gente con la que se compartan principios que ayuden al cambio, habrá que entrar en mayor materia. Por ejemplo, si usted siente que la Contraloría de Cuentas no funciona, debe tener la capacidad de unir a la gente alrededor de esa idea, estudiar la situación y denunciar la forma en la que ha sido cooptada la institución para presentar planes y propuestas que puedan ayudar a que vía ese «glorioso» Congreso, la institución cambie.

Y ojo que para que algo cambie el Congreso, sí, ese centro en el que se cuecen la peores habas, es la llave y la pregunta es ¿Confía usted en el Congreso? Yo al menos no y por eso considero vital que se inicie una depuración de tal organismo por la vía del planteamiento de antejuicios masivos y que ello dé paso a nuevos partidos políticos, nuevas reglas de elección y nuevas normas de financiamiento.

Nunca en la historia ha sido tan necesario el papel ciudadano y nunca los guatemaltecos hemos tenido en nuestras manos el futuro como lo tenemos ahora si nos decidimos luchar por algo mejor.

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