GRECIA AGUILERA
La Fundación Rozas-Botrán presenta de nuevo a la ciudadanía guatemalteca su programa cultural “Arte en las Calles”, el cual cumple este año su décima edición en los espacios publicitarios llamados Mupis. Dentro de los propósitos principales de su original propuesta está “Impulsar y democratizar el trabajo de reconocidos artistas visuales nacionales e internacionales.” En este mes de enero de 2017 se exhiben en las calles de la Ciudad de Guatemala obras inspiradas en una de las más importantes disciplinas de la Matemática: la Geometría. Participan los artistas Jamie Bischof, Edwin Bixcul, Rebeca Calderón Pittman, María Fernanda Carlos, Enrique Castillo, Tepeu Choc, Alejandro Noriega, Antonio Pichillá, Mónica Torrebiarte y Luis Díaz, quien expone su exótica pintura “El Lobo” de la serie “Fauna Guatemalensis”. Este polifacético lobo me cautivó desde que lo vi hace muchos años en una ilustración de prensa. Recorté la figura, le puse un soporte de cartulina y la protegí dentro de un marquito de plexiglass para llevarla conmigo siempre. Ahora que lo observo nuevamente en una lujosa reproducción colocada dentro de un Mupi, recuerdo esta anécdota porque es muy grato para mí expresar en este artículo “mis motivos del lobo” y todo lo que me ha hecho sentir esta obra del maestro de arte Luis Díaz, desde aquellos tiempos en que la descubrí y que cuya medida original es de 67×80 centímetros. Para mí el aspecto inicial de “El Lobo” es como si fuese hecho de varias maderas: palo blanco, ébano, cedro, caoba, palo rosa o chicozapote, dándole forma como de un mueble armado con trocitos de estas maderas preciosas, que semejan en la pintura soporte, dureza y resistencia. En mi opinión este inamovible lobo es matemática pura; pareciera estar inspirado en los famosos postulados de los grandes científicos y filósofos como Arquímedes, Euclides, Pitágoras, Al-Jwarizmi o Han-Yu. Calculado con perspicacia por el artista, podemos notar que en cada uno de los trazos se encuentran de manera implícita estos postulados, enunciados y teoremas por la forma de su pelaje, lengua, dientes y orejas triangulares, con pirámides, ojivas y curvas. Pienso también que evoca una herramienta tipo ‘visegrip’ en su prominente hocico, modelo natural de estos eficientes alicates basados en ángulos, palancas, pivotes y giros. Por instantes lo imagino además como si fuese hecho de papel, pareciera una piñata o un modelo de origami. Luego, el lobo sibarita, trae consigo un sobretodo queriendo dar la imagen de un elegante ser humano de gran personalidad, que me recuerda de algún modo al caballero de terciopelo, el compositor francés Erik Satie, o el título de la cinta cinematográfica “Un hombre lobo americano en París”, que presenta la metamorfosis de lobo a persona y de persona nuevamente a lobo. Podría ser un lobo poeta al estilo de Lord Byron o un lobo filósofo, y pensar en Jean-Paul Sartre o en Anaximandro, que sabía que el infinito es el principio de la realidad. Imagino también que “El Lobo” de Luis Díaz es un lobo solitario y enigmático, que sin duda expresa la personalidad del mismo autor. A esta inusitada obra le dediqué el poema titulado “El Lobo” que figura en la página 35 de mi libro “Exégesis del Alma” en la sección “Iximulew vida mía/ Alado costado de mis sueños” y manifiesta: “Dominios de lobo/ en tintado cielo oscuro/ densa luna de azogue./ Asoma el ojo oblicuo/ desolada tundra inmaculada./ Indómita fiera/ insolente y audaz/ soberbia y elegante/ jamás en alianza de pastores./ Aullido clamor expedito/ en el excavador/ desierto de los días./ Lobo nous/ ontológico-epistémico/ huidiza obstinación/ del despótico humano./ Bosque y montaña/ atajos sucedidos/ en selva musgocéntrica/ de jadeantes fugitivas huellas/ de un futuro mesolítico.”